Un día cualquiera en los entrenamientos de la Fórmula 1, donde sabemos que el español Carlos Sainz Vázquez de Castro y el monegasco Charles Marc Hervé Perceval Leclerc integran el equipo de Ferrari. Ninguno de los dos se ha destacado por tener un gran año en la presente temporada, sino todo lo contrario, actuaciones que alternan entre lo discreto y lo mediocre, salvo contadísimas excepciones.
Al escribir estas líneas, Carlos esta cuarto y Charles séptimo, muy lejos del puntero neerlandés Max Verstappen, inminente tricampeón de la categoría.
Charles y Carlos no son amigos entre ellos, aunque tienen una relación muy cordial y profesional, y por supuesto que siempre deben quedar bien ante los fans de Ferrari, que los hay muchos en todas las competencias del automovilismo internacional.
- Eras la gran promesa de la F1, el Fangio del Siglo XXI, un Ayrton Senna o un Michael Schumacher en potencia, y eres un fiasco, la verdad, Charles, sos un Queso – le dijo una española a Charles Leclerc, mientras filmaban autógrafos en Milán (Italia).
Charles casi no entendía nada de español, pero por ser compañero de Carlos Sainz, había aprendido algunas palabras y sabía muy bien lo que quería decir “Queso”.
- Ja, ja, sí, soy un Queso, un QUESÓN – contestó en un mal español el piloto monegasco – QUESO, QUESO, QUESO – empezó a gritar en voz alta para sorpresa del público presente.
- QUESO, QUESO, QUESO – empezó a gritar también Carlos Sainz Vázquez de Castro, y los dos se pusieron como locos.
No podían parar y de hecho fueron llevados al hotel, el más caro y lujoso de todo el norte de Italia, y parecían dos locos de atar.
- Quieren QUESO, pues estos dos tendrán QUESO – dijo entonces Carla Barber, una modelo española que se encontraba también en Milán.
Carla Barber es una modelo española y fue Miss España 2015, pero se hizo más conocida en su país por ser médica y dar consejos poco ortodoxos o bien alejados de la medicina clásica y tradicional.
Esa noche, Carla Barber acompañada de Charlotte Wiggins, una modelo inglesa, tocaron la puerta de la Suite Lombardía, donde se alojaban Charles Leclerc y Carlos Sainz Vázquez de Castro, ambas bellas mujeres, se hicieron presente llevando cada una un enorme Queso en sus bandejas.
- Estos Quesos son para vosotros, uno para ti, Carlillos, y otro para ti, Charlie – dijo Carla.
- I hope you like the cheeses, they are special for lovely guys like you – dijo Charlotte en inglés y ella misma se tradujo en francés - J'espère que vous aimez les fromages, ils sont spéciaux pour les gars adorables comme vous (“espero os gusten los Quesos, son especiales para chavales encantadores como vosotros”).
Carlos y Charles reaccionaron con sorpresa, eran Quesones y les encantaban los Quesos, pero no probaron ni un bocado, recordaban viejas leyendas del Mundo Quesón, una muy antigua y siempre recordada, que hablaba que una dama llamada Carla asesinó a un Carlos con un Queso envenenado, desde entonces ningún Carlos prueba un Queso servido por una dama.
A Carlos le contaron esa historia y se trataba en la España de la época de las guerras carlistas, cuando se decía, una aristócrata italiana, Carla Di Formaggio, envenenó con un Queso a don Carlos del Queso y Quesada, un joven príncipe, partidario del Carlismo.
La historia que había llegado a los oídos de Charles Leclerc era similar pero en la época de Charles X, rey de Francia (1824-30), último rey de Francia llamado “Carlos”, cuando se decía, una aristócrata alemana, Charlotte Der Kase, envenenó con un Queso al aristócrata francés Charles De Fromage, un joven burgués, partidario de la Restauración Bonapartista, y opositor a Charles X.
Leyendas eran leyendas, pero Carlos y Charles las conocían y no probaron bocados, pero los dos automovilistas estaban ante ellos, dos asesinas envenenadoras, dispuestos a asesinarlos, y se llamaban Carla y Charlotte, todos eran tocayos.
Empezó a sonar música, mucha música, los grandes éxitos del pop francés e italiano de los 60, 70 y 80, y música bailable tipo Locomía y Macarena, ahí empezó la festichola, los dos automovilistas empezaron a hacer una coreografia, al ritmo de Macarena, y ofrecieron un streap tease a las dos chicas, que se tiraron al piso, y les fueron sacando las zapatillas y los calcetines hasta dejarlos bien descalzos y desnudos.
Carla y Charlotte a oler, lamer, besar y chupar los pies de Carlos y Charles, pies muy grandes, aunque no eran muy altos, pies muy grandes, sobre todo en relación a su altura, pies olorosos y con intenso aroma a Queso.
Ferdinand, un mucamo de origen africano que trabajaba en el Hotel de Milán, empezó a espiar, y vio toda una orgía sexual de alta envergadura: la fiesta del fetichismo de pies fue total, Charlotte jugando con los pies de Carlos, Carla con los de Charles, luego al reves, y finalmente, fiesta homo erótica de pies: Charles y Carlos, Carla y Charlotte, todo vale.
Después de eso, siguió el show sexual, los dos pilotos de F1, le tocaron las tetas a las dos chicas, y estas les chuparon la pija, Ferdinand no lo podía creer, no daba más, se hacía una y mil pajas, mientras observaba como si fuera una carrera de F1, y Charles y Carlos penetraban a las dos hembras con fuerza, pasión y explosión.
El disfrute fue total, y el placer que sintieron todos superó todas las expectativas, incluso Ferdinand estaba destruido de las pajas que se hizo.
Todos quedaron exhaustos, sin excepción, tirados en el piso, las dos chicas hechas una piltrafa, los dos automovilistas más cansados que después de correr un grand Prix, y Ferdinand hecho mierda.
El sirviente negro sintió entonces la tentación de comer algo de los dos Quesos que estaban allí para reponer fuerzas, y agarró un pequeño cubo, tras masticarlo exclamó en su idioma “¡Qué rico Queso! ¡Un Queso delicioso!” pero pocos minutos después empezó a tocarse la panza y a gritar “¡Socorro! ¡Me han envenenado! ¡Estos Quesos son veneno!” y cayó desvanecido.
Carlos y Charles se estaban vistiendo con la ropa de Ferrari, se pusieron los guantes negros y dijeron: “¡No nos equivamos, son dos asesinas, vinieron a asesinarlos, lástima este negro que se sacrificó por nosotros, porque quería probar el Queso, le gustaba mucho el Queso, y eso que no es un Carlos o un Charles como nosotros, no tenemos opción, debemos asesinar a las asesinas”.
Carlos y Charles entonces con los guantes negros tomaron un puñal y un revolver con silenciador y se dirigieron a las dos asesinas, Carla y Charlotte, que indefensas, estaban arrinconadas contra la pared.
“Carla para ti, Carlos” dijo Charles Leclerc “y Charlotte para mí, Charles”
“No, al reves, yo asesinaré a Charlotte y tu a Carla” contestó Carlos.
“Asesinemos los dos a las dos y listo” fue la respuesta de Charles.
Charles entonces blandió el puñal y se lo clavo en el pecho a Carla, la herida fue profunda, mientras Carlos hacía lo mismo con Charlotte, luego intercambiaron los roles, Carlos le clavó el puñal a Carla en el estomago, mientras Charles hacía lo mismo con Charlotte, una tercera puñalada, en el cuello, esta vez de Carlos hacia Charlotte y de Charles hacia Carla, finalmente tomaron los revolveres con silenciadores, y las remataron a balazos, dos balazos, uno de Carlos hacia Carla y otro hacia Charlotte, y los de Charles, uno a Charlotte y otro a Carla.
Los dos automovilistas asesinos tomaron los Quesos y los tiraron sobre sus víctimas…
- Queso – dijo Carlos Sainz Vázquez de Castro.
- Queso – dijo Charles Marc Hervé Perceval Leclerc en español y luego lo dijo en italiano, francés, inglés y alemán – Formaggio, Fromage, Cheese, Kase.
En eso aparecieron las Santillanas, que parecían sentir una reverencia especial hacia Carlos Sainz Vázquez de Castro, y se llevaron los cadáveres de las dos quesoneadas, pero antes le dieron a beber un elixir especial a Ferdinand y este revivió.
- Lo tomamos a tiempo, cinco minutos más y estaba muerto, pero con este brebaje sobrevivirá – dijo Carlos Sainz Vázquez de Castro.
- No tengo dudas que estas asesinas las mando Charlotte Siné, mi antigua novia, habrá que tirarle un Queso – dijo Charles Leclerc.
- Puede ser, debes cumplir el mandato Quesón, y ser viudo, mira Carlos Matías Sandes, al final tuvo que asesinar a Maru Sandes.
- Ja, ja, ja – río Charles Leclerc.
Ferdinand revivió y le dijo a los dos automovilistas:
- Esto me pasa por ser un Quesudo.
- Ja, ja, ja – rieron Carlos y Charles.
Y colorín colorado, este Relato Quesón ha acabado.
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