Mi perro no conoce
la historia de mis años
antes de encontrarlo
vagando hambriento
por las calles.

No sabe de esa luz de sol
iluminando la esquina
de una calle, testigo
de una historia
escrita en el viento.

Tampoco sabe
de ese concierto
que ahora es más
que un recuerdo,
es el momento
eternizado de
todas las ventanas
del pecho abiertas.

Cuando la ciudad
era amiga, y la
imaginación llevaba
hasta los rincones
cargados de una cotidianidad
cómplice de fantasía.

Nada sabe este callejero rescatado
que un día ella llegó
con uniforme de colegio
hasta la puerta de mi miedo,
y con mirada transparente
llena de no sé qué
disparo un silencio
que aún explota
en palabras.

Ignora el can
que una época
estás manos
buscando lo
inexistente
acariciaron el
desconcierto.

Tampoco le conté
que en un lejano
rio de un sur,
ví aparecer sobre horizonte
todo el tiempo.

No le dije que
había un medio día
en el que habitaba
entera la ilusión.

Este callejero
tampoco cuenta
sus profundidades,
solo sus ojos
transmiten una
cerrada comprensión
del silencio.