Una fábula en el Reino de Plátanoland
Jober Rocha
Una vez, en la época en que los animales hablaban entre sí, en el lejano Reino de Plátanoland , lugar donde vivían juntos todos los asnos del planeta, su líder, atendiendo al pedido de algunos, decidió emitir una orden prohibiendo el uso de palabras que posiblemente podrían ofender la autoestima de algún asno que estaba cerca cuando fueron pronunciadas.
Así, no se podría decir negro cuando se habla con un asno negro, ni blanco cuando se habla con un asno blanco. Estaba prohibido hablar gordo cuando el interlocutor era un asno gordo y delgado cuando el asno con el que se hablaba era delgado.
Con esto, las palabras posibles a decir fueron disminuyendo, pues siempre había cerca un asno con esa característica descrita por la palabra que otro asno pretendía pronunciar.
Los asnos dejaron entonces de hablar entre sí y, poco a poco, perdieron la capacidad de hablar, básica para mantener la vida social y cultural de la comunidad. Poco a poco se volvieron antisociales y muchos abandonaron el Reino de Plátanoland para aventurarse en tierras desconocidas.
Un buen día, un astuto mono, saltando entre las ramas de los árboles, acabó traspasando las fronteras de aquel reino, llegando hasta una ventana del palacio del rey. Él rey, sentado en su trono saboreando una nueva especie de hierba, vio al mono en la ventana y lo llamó para conocerlo mejor.
Luego de las primeras presentaciones, el rey se mostró triste, ante el mono, por la pérdida de tantos súbditos que emigraron a otros reinos y el descontento general de los que se quedaron. El rey luego le explicó al mono el por qué de esas actitudes adoptadas por los asnos que componían su reino.
El mono escuchó en silencio la explicación del rey y luego dijo en tono solemne: - Alteza, esto es muy sencillo de resolver. Escuchar la verdad parece herir los oídos de los asnos. Creo que la solución sería llamar blanco al negro y negro al blanco; al gordo de flaco y de flaco al gordo; lo alto de bajo y lo bajo de alto. Como nadie se identificaría con esa palabra dirigida a él, ¡a nadie le importaría!
Esto - dijo el mono al rey de los asnos - es lo que se podría llamar una transvaloración de los valores, como tan bien definió el filósofo Friedrich Nietzsche. El malo es considerado bueno, el cobarde considerado valiente y el egoísta magnánimo. Se cambia el significado de las palabras y, asi, se justifica lo que se quiere.
El rey quedó muy contento con esa solución, agradeció al mono y ordenó a sus sirvientes que le sirvieran los mejores plátanos del reino.
Al salir del palacio, ya en la ventana de donde pretendía saltar a la rama de un árbol, el mono, volviéndose hacia el rey, dijo: - Recuerde, majestad, sin embargo, que lo que le dije sólo funciona en un reino de asnos!
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