Pienso en el diluvio,
que al llegar sobre las hojas del frondoso árbol,
hacen correr las aguas rápidamente sobre el tronco
hidratando las raíces que lo mantienen vivo.

Pienso en los rayos del sol,
que logran irradiar calor desde mucha distancia,
pero que al momento de llegar a reconfortar
el alma del ser que vive y se alimenta de él,
lo siente tan cerca, que casi puede sentirse abrazado.

Pienso en el ruido incesante de las cosas que me rodean,
y busco aquella vibración en el aire,
que me guía y me hipnotiza,
y que termina conmigo
deseando lo natural en lo ficticio,
lo instintivo en lo planificado.

No tengo conclusión para esto,
pero de todo e imaginado,
mientras escribo este poema sagrado.