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La bruja Elvira

La última vez que la ví, tendría alrededor de noventa años.
Era la bruja del pueblo, una mujer fea, de nariz aguileña y prominente mentón, muy delgada y alta.
Pero… mejor vamos al principio de esta historia, todo, comenzó cuando tenía unos diez años, mi familia se mudó a la casita del lago, llamada así por encontrarse justamente a orillas del hermoso y único lago del pueblo.
Mi padre, un carpintero de oficio, la construyó con sus propias manos, era una casa grande con un bellísimo jardín al frente y al fondo el taller de carpintería. Dicho jardín tenía todo tipo de flores y plantas pero el rosal se destacaba por su color rojo escarlata que contrastaba con los jazmines blancos como perlas. Mis hermanos, mayores que yo, ayudaban a mi padre con la carpintería pero yo nunca fui capaz de hacer nada con las herramientas y me dediqué al estudio, quería ser arquitecto y mis padres lo comprendieron y aceptaron.
Volviendo a la bruja del pueblo, Elvira es su nombre, vive justo frente a nuestra casa, atravesando el lago. Cuando nos mudamos, Elvira tendría unos treinta años y ya en ese entonces los del pueblo le decían “la bruja Elvira”.
A pesar de ser fea, nunca la llamé bruja, conmigo era muy buena, solía venir al lago cuando me veía pescar y conversábamos de diversos temas aunque nunca de ella, sólo hablaba de su madre a la cual quería mucho y con la cual vivía, de sus perros y gatos y yo de mis sueños de ser arquitecto algún día.
Fuimos muy amigos, a pesar de la diferencia de edad, ella era muy culta y a mi eso me agradaba, leía mucho y con ella aprendí más que con ninguna otra persona.
Recuerdo el día en que murió su madre, Elvira vino a mi casa para que mi padre le construyera el ataúd, quería que fuera el mejor, forrado en seda, su madre se lo merecía.
Cuando quedó sola, todos supusimos que tendría que salir a trabajar, antes no lo hacía, su madre tenía una pensión importante que nunca supimos a ciencia cierta de donde provenía, nunca la vimos salir a trabajar ni le conocimos marido, pero las dos mujeres vivían bien, sin pasar necesidades. Quizá también debido a eso, a que vivían bien y nadie sabía cómo lo hacían que comenzaron a llamarlas “las brujas del lago” y luego al quedar sola, “la bruja Elvira”. Mis padres me decían que estaba muy mal lo que la gente decía, no se debe juzgar a las personas por su aspecto físico o porque no sepamos nada de ellas.
Con los años comencé a verla menos, mis estudios no me dejaban tiempo libre y ella cada vez salía menos, solo noté que a partir de la muerte de su madre, muchas personas la visitaban llevando en sus manos un paquete, al salir.
Me sentía intrigado, aquello no era normal, ¿Qué hacía aquella gente en su casa y qué se llevaban?.
Estas preguntas se las hacía a mis padres pero ellos declinaban contestarme, quizá porque ellos tampoco sabían las respuestas. Llegó al fin el día que tuve que marcharme del pueblo a la gran ciudad, la facultad no venía al pueblo, tendría que ir a estudiar lejos de mi casa. Ese día, Elvira vino a verme, me encontraba un poco triste por tener que dejar a mi familia y mi casa, pero contento a la vez porque iba a cumplir mi sueño. Me dijo que me iba a extrañar, que no tenía amigos en el pueblo, en ese momento estuve a punto de preguntarle quienes eran las personas que veía entrar y salir de su casa pero por respeto, no lo hice y marché hacia mi nueva vida con esa incógnita.
Muchas fueron las veces que volví a mi casa pero muy cocas las que la vi.
Y los años fueron pasando y mis padres se hicieron viejos, mis hermanos se casaron y se fueron a sus propias casas, sólo yo permanecía soltero, no estaba solo, por muchos años tuve una compañera, la cual no me dio hijos pero igual me hizo muy feliz por más de cuarenta años. Ahora mis padres ya no están, yo también me hice viejo y un poco nostálgico de aquella casa y aquel lago y decidí volver a hacerme cargo de todo lo que quedó pero sobre todo de los recuerdos. Tristes pero bellos recuerdos que me llevan a mi niñez, a mi juventud. También quiero ver a mis hermanos y a mis sobrinos reírme con ellos como lo hacíamos cuando vivían mis viejos. Y entre tantos recuerdos, Elvira, la bruja Elvira, sabía que a pesar de vivir sola y de no tener amigos, aún vivía, aún se mantenía a pesar de sus casi cien años, erguida, ya no tan alta, pero a pesar de todo aún se distinguía su figura. Luego de ir a la vieja casa, ahora deshabitada pero conservando sus hermosos rosales y los fragantes jazmines que regados por Dios, se mantenían a pesar de que nadie los cuidaba. Sin pensarlo dos veces fui atravesando el lago, hasta la casa de Elvira, no sabía si se acordaría aún de mi, pero necesitaba verla, era parte de mi pasado y quería saber de su vida.
La anciana me abrió la puerta, me miró y sonrió.
___Sabía que antes de morir te volvería a ver, tú también has envejecido, claro que en eso te gano, el mes que viene si Dios quiere cumpliré cien años ¿Qué te parece?
Más que asombrado pasé al interior de la casa de Elvira, alabando su memoria y diciéndole lo mucho que me alegraba volver a verla. La mujer estrechó mi mano y me senté a su lado en el viejo sofá el mismo en el cual tantas veces me había sentado muchos años antes. Me preguntó cómo estaba, aunque sé que ella lo sabía muy bien, tenía ese don, el de saber todo lo referente a mi, sin que nadie se lo dijera, siempre fue así, quizá debido a que nunca me burlé de ella, como lo hacían los demás chicos o porque lo nuestro fue una amistad tan verdadera que los años no pudieron borrar y ahora al final de nuestras vidas se acentuaba más. Elvira me habló así.
___Querido Tomás, he seguido tu carrera por años se que eres uno de los más nobles arquitectos de tu época y digo noble porque se que no te enriqueciste a costa de la gente, que el diseño de tus casas era dando lo mejor de ti y que ahora que estás retirado, aún te buscan para el diseño de otras casas.
___Gracias Elvira por tus elogios inmerecidos, pero dime ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Aún viene tanta gente a tu casa?
___No Tomás, la gente ya no me necesita, ahora tienen una farmacia en el pueblo.
___¿Qué quieres decir?
___¿Es que no lo sabes? Mi querido Tomás, aún eres tan ingenuo como un niño, ¿Qué creías que hacía, qué pensaste que les daba a la gente que venía a mi casa?
___No, no lo se jamás se lo pregunté a nadie más que a mis padres pero ellos tampoco lo sabían.
___Lo se y ahora te lo digo, la gente me llama bruja pero no me importa, aún hoy lo hacen y voy a contarte mi secreto, te lo mereces eres mi único amigo, nadie conoció a mi padre, mi madre lo mantuvo en secreto a pesar de que era un gran hombre, era médico y además tenía una farmacia con medicamentos hechos a base de plantas, sólo que ya estaba casado cuando conoció a mi madre, por esa razón ella nunca hablaba de él, vivía en un pueblo cercano, donde atendía como médico y como farmacéutico.
Su esposa era lisiada y no tenían hijos, pero él no tuvo coraje de abandonarla, aún cuando estaba locamente enamorado de mi madre y me quería a tal punto de darme su apellido a pesar de no haberse casado con mi madre.
Luego de muchos años de sufrimiento su mujer murió, pero mi madre ya estaba enferma y no quiso que él sufriera con ella lo que había sufrido con su esposa. Mi padre me enseñó todo lo que se sobre hierbas medicinales, durante toda mi vida las preparé y la gente de otros pueblos lo sabían por eso venían a verme y se llevaban los frasquitos preparados por mi, de medicina alternativa como le dicen ahora, esto me permitió vivir holgadamente toda la vida, sé que no tuve amigos ni novios ni formé una familia, quizá por eso me aferré tanto a ti, te veía casi como a un hijo, además nunca te burlaste de mi y eso era algo a lo que no estaba acostumbrada y te enaltecía sobremanera.
___¿Así que eso era todo el misterio? Me alegro, hasta el día de hoy me preguntaba qué eran aquellos frasquitos que la gente disimuladamente se llevaba.
Y dicho esto, los viejos amigos se echaron a reír y por unos breves instantes volvieron a ser jóvenes otra vez.
El misterio de tantos años había sido develado al fin.

Omenia

Texto agregado el 26-10-2023, y leído por 340 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
28-10-2023 Bonita historia que deja una moraleja: nunca apelar a la risa cuando la mente no sabe desentrañar los misterios de otro ser. Ello sólo refleja una perversa mirada del que lo hace y además lo pone en desventaja con quienes sí saben respetar a las personas sin que importe su apariencia o todos los prejuicios juntos. Un gran abrazo, amiga. guidos
28-10-2023 1. Me encantó tu relato, querida Ome, puede ser porque son tan blancos que expelen inocencia, no solo en la trama, sino también en los personajes. Una amistad linda, de toda la vida, como para atesorar en el alma. El remate posee la magia de la risa de aquellos que se aman, se entienden y, a veces, no requieren palabras para comunicarse, como fue el caso de Tomás y Elvira. Gracias. Gsap
27-10-2023 Hay que ver más allá de la cáscara, ver el contenido. Ikerdraczul
27-10-2023 Una ternura estos personajes. TETE
27-10-2023 Tienes la difícil facilidad de escribir. El lector construye la historia como tus palabras engarzadas las dicta. Bonito cuento amiga. Abrazo grande. sendero
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