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Según sus datos, mi abuela fue machi, es decir, la mediadora entre los atribulados hombres y las fuerzas sobrenaturales, apelando a los buenos espíritus para que pusieran en su lugar a los entes malignos. Nunca lo supe y ni siquiera lo intuí alguna vez. Acaso, harta de ser la carne de cañón, prefirió refugiarse en su hogar para disfrutar de las líneas trazadas de la rutina, sin sorpresas de ningún tipo ni casos por resolver saliéndole al camino.
Eso no es todo. Ahora, resulta que mi abuelo paterno fue un espía que cruzó las fronteras para allegar sus oídos en donde se fraguaran asuntos trascendentes que involucraran peligro potencial para nuestro país. Todo un James Bond inmiscuyéndose en diferentes escenarios, acaso con damiselas oferentes poniéndole trampitas por todos lados para obstaculizar su quehacer.
Su imaginación es prodigiosa y cuando la concatena con su oratoria, es capaz de construir verdades en el campo yermo de la incredulidad. Su auditorio va cediendo a cada frase y termina obnubilado ante la certeza de lo expuesto. Lo suyo es un don, porque ni mi abuela cargó sobre sus espaldas la trascendental labor de una machi ni mi abuelo fue un eficiente espía, salvo cuando desviaba sus ojos hacia las bien torneadas piernas de alguna de las vecinas.
Este primo mío, brazo armado de mis fechorías infantiles, posee una voz imponente que paraliza a quien lo escuche y si no fuese por sus angelicales ojos celestes que parecieran dulcificar en parte todo lo que con autoridad plantea, podría ser confundido con algún gurú de esos que frecuentan los espectáculos entre serios y circenses de la televisión. La cosa va más allá. Avecindado en Argentina durante sus años mozos, sobrevivió al ninguneo de los trasandinos de entonces, inventándose cargos importantes teniendo la fortuna de realizar con eficiencia cuanto planteaba. Da para pensar que él mismo se creía todo lo que fabulaba, produciéndosele un impulso dentro de un círculo virtuoso del que salía bien parado.
A tanto ha llegado este pariente al que nos liga la sangre, que dejó convencidos a un grupo de compañeros de labor que el día que Carlos Caszely, connotado futbolista debutó con la camiseta de Colo Colo en 1968, él estuvo en la banca y sólo por un asunto disciplinario fue postergado para que el glorioso delantero tuviera la oportunidad de su vida. Este relato me permitió imaginar la adrenalina bamboleándose en su cuerpo cuando los atisbos de la fama comenzaban a vislumbrarse y sin que lo racionalizara del todo, también me sumergí en los lindes fraudulentos de esta farsa.
Para el común de los mortales, él puede ser sólo un mentiroso sin remedio. Mas, sus engaños y argumentos fantasiosos adquieren visos de realidad porque antes que nada, el es un buen actor y el que titubea entre creer o plantar la risotada ante lo que se asoma como una vulgar mentira, pronto se desploma seducido por sus veraces argumentos. El nada gana con este asunto y me lo ha explicado de manera fehaciente.
-Existen los que mienten con descaro. Pero son pésimos actores. Cada gesto suyo desmiente lo que están expresando. Son víctimas del abucheo y del descrédito y quedarán rotulados como los farsantes más grandes, sólo por no saber enamorarse de sus historias. A mí me creen, escuchan expectantes y si alguna risa surge desconfiada, pronto es acallada por el peso de mis argumentos. Yo a nadie he desfalcado ni me he enriquecido con mis historias. Sólo trato de colocarme varios peldaños más arriba que los ordinarios mentirosos que me rodean.
Acaso su arte no es ese sino el de entretener a un grupo de personas que sólo ansían escuchar historias extraordinarias que rompan lo grisáceo de sus rutinas. Es posible que intuyan que todo es mentira y que poco les importa. Le escuchan y lo disfrutan, quizás porque muchos de ellos quisieran trocar sus papeles por esos personajes imaginarios que viven existencias prodigiosas.
Pero hay un par de puntos negros que no me atrevo a encasillarlos ni en el ámbito de lo verdadero o de lo chanta. Dos veces ha sido invitado a almorzar a mi casa y en ambas ocasiones, teniendo todo dispuesto para disfrutar de una buena jornada, me ha llamado con voz lastimosa, aduciendo que sufre de horribles dolores musculares que le impiden cumplir con la cita. Me quedo titubeando tras cortar el teléfono. Acuden a mi mente sus cuentos, su historial de anécdotas truculentas. Escucho de nuevo su voz solapada tras el auricular. Y no quiero pensar mal.













Texto agregado el 26-10-2023, y leído por 175 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
01-11-2023 Ay amigo, cuándo será el día que aprenda a escribir como vos? Maravilloso. MujerDiosa_siempre
31-10-2023 Dicen que la cualidad del buen mentiroso es saber mezclar en su ficción trazos de realidad, de ese modo sus interlocutores, reconociendo parte de verdad en lo que dice, se tragan el resto. También dicen que las mentiras tienen patas cortas (no estoy tan segura de ello). Divertida anécdota, Guidos. Un abrazo Dhingy
28-10-2023 2. Por otra parte, me llama la atención en diversos comentario se mencionan refranes que son, ni más ni menos, el reflejo de la sabiduría popular. Gracias, Guidos, tus letras se disfrutan. Gsap
28-10-2023 1. Como siempre es un deleite leer tus relatos. En el precedente, mencionas la vida que llevaron tus abuelos, a qué se dedicaban, al realizar ese ejercicio, nos topamos con algunos de sus rasgos en nosotros mismos y aquello se vuelve sorprendente. Siempre me ha hecho ruido el tema de las excusas, siento que es mucho más fácil omitir o decir la verdad porque ¿qué tiene de malo no querer ir a un lugar? Gsap
27-10-2023 Hay algunos delirantes que hasta ellos se creen su propia mentira. TETE
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