Untitled II

Cantando el mantra del amor me elevo a ti.
Y me vuelvo como un ave y como una planta y como mi mirada,
todo a la vez.
Pero no me resigno a no saber quien dijo primero:
“Estamos vivos”
Y oigo los latidos de las yemas de tus dedos dentro de mi canto.
Siempre como fuego.
Suaves pero tercos.
El milenio empezó, sin embargo las corrientes bajan todas a través de las pupilas, haciéndose caídas.
Que cruzan el tiempo, lleno de ira.
Y que en el plan genético principal, celebran el cumplimiento esperado de un deseo.
De tu deseo.
Siento frío, Yo, asesino de la censura, convicto y confeso.
Porque en la libertad de la que gozo no te tengo y eso que hay Dios,
Que sin embargo me regala el dulce consuelo de estar aquí parado recitándote de pies y medio al vació.
Suplicando que las ideas idiotas se disuelvan a un lado y al otro de este mundo.
Y que tus ojos se encuentren con los míos una eternidad.
(Música de fondo, entre nubes y rezos)
Volver al hogar, solo verte es un sueño.
Si tus cabellos, mi amor, no llegaran al suelo
Nunca habrían entrado al mar, y no me habrían despertado al rozar.
Me revelo a ser igual a todos,
Detesto pelear contra necios
Y contra viejos monstruos
¿Quién dirige sus actos, ahora que lo único que hacen es apretar un botón?
Y se derrumban hacia adentro de si mismos
Llegando a ser tan solo espectadores de neutrones
aplausos de millones.
Tu eres la estrella
Yo soy la fiesta.
“Y remando llegaron los que salieron a tiempo”.
Vuelvo empapado pero de voces,
Y de caras como el futuro,
Con ilusiones subconscientes,
Que relampaguean entre toda la gente de este curso,
Y que se vuelven mi avenida, tu silueta y nuestra esfera.
Y de pirámides que contienen pruebas,
Y de telones corridos hasta el oriente.
Hasta mostrar tu vida.


Juan Piaggio
Lima, Perú