Enrique Maluenda, que falleció hoy a sus 88 años, animó el programa Dingolondango y Festival de la Una, por allá por los años 78 en adelante. El propósito era ganarle en rating a Don Francisco por lo tanto el programa debía ser serio y conservador. Pues bien, Maluenda era un caballero y las modelos debían ser estupendas. En esos años, en el chile pacato, dividido desde la plaza Italia para arriba, las niñas que se sabían cultas y bellas no participaban en televisión por ser una actividad de farándula frívola, con mucho humor de doble sentido y risa fácil, empujones y tortazos. La gente de bien, como se llamaban, de buena educación y buen pasar económico se mantenían al margen. No era como en Argentina cuyas presentadoras, futbolistas, cantantes, animadores eran medidos por su calidad. Hasta los boxeadores eran bien parecido.
Maluenda cuando presentaba a sus bellezas co-animadoras daba hincapié a que ellas eran Universitarias y estudiaban Ingeniería Civil en la Universidad Católica, reducto también conservador con parte de su alumnado y profesorado perteneciente a la elite económica.
La comunidad universitaria, en especial el campus San Joaquín, no tardó en identificar a dichas muñecas. Las indicaban y las evaluaban y de verdad eran guapísimas. Los varones se jactaban que las conocían, que las visitaban y conocían a su mamá, las mujeres, tan y más guapas que ellas, no demoraron muchos en decir que solo eran cuerpos bonitos. Aseguraban que no eran muy listas para enfrentar cursos cómo cálculos y estadísticas así que no había mucho futuro.
Pero no fue así.
Las notas de los cursos se publicaban en las pizarras visibles por todos mostrándose asombrados como las famosas modelos iban sorteando las pruebas de cálculos con notas sobresalientes. Se les veía a diario por los pasillos de la escuela y menos se ausentaban de los programas de Maluenda. ¿A qué hora estudiaban?
El jefe administrativo del centro de copiados de la facultad de apellido Cañas, que le decían Cañitas, ya desde hace veinte años estaba a cargo de uno de los reductos más ajetreados de los servicios estudiantiles. Debía cumplir con las obligaciones de copias que le pedían los profesores tanto de matemáticas como de otras facultades y además atender a la comunidad para fotocopiar sus propios apuntes. Algunas eran canceladas según las tarifas publicadas en el pizarrón, y otras eran pagadas con cigarrillos, vales de almuerzo y así. Era muy querido en la universidad. Un cuarentón jovial que siempre estaba de buen ánimo y atento ante las solicitudes de copiados para lo cual se encerraba en los talleres hasta muy tarde.
Al fin de semestre se publicó un comunicado que de acuerdo a las irregularidades por todos conocidas se anulaban las tres pruebas parciales de los cursos de cálculo y se rendiría un único examen final. Cuatrocientos alumnos pertenecientes al primer año de ingeniería se verían perjudicados.
Las anomalías que no todos conocían era que para las tres pruebas parciales hubo una fuga de las preguntas desde el centro de fotocopiado. Estaba involucrado el jefe a cargo y las alumnas que participaban en el programa de Maluenda.
El día que Cañitas fue oficialmente despedido de la universidad este se retiró caminando por el patio de ingeniería vitoreado por los casi cuatro mil estudiantes de ingeniería, gritando al unísono “Cañitas, Cañitas, héroe, campeón, ídolo”. Las profesoras también presentes, se preguntaban ¿Cañitas, cómo accediste? ¿Qué pasó?
EL decano de la facultad, como no correspondía un discurso por ser despedido ante la falta, solo atinó a preguntarle
- Cañitas, arruinó su carrera, ¿valió la pena lo que hizo?
- Siiiiiiiii
Contestó Cañitas. Manteniendo aun los brazos levantados correspondiendo a los gritos del alumnado.
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