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Al final parte 20

Por la noche, Israel llegó a su casa. Tenía muchas emociones encontradas. Seguía doliendo la ausencia de Flavio, pero ahora por fin estaba con Oscar. Se sentía feliz y eso le generaba un poco de culpa.
- ¿Te pasa algo? – le pregunta Nuria a su hijo.
-Sí.
- ¿Todo bien? – Emilio también estaba preocupado por su hijo mayor.
-Oscar y yo iniciamos una relación.
Tanto Nuria como su papá y Alex su hermano lo miraron.
- ¿Oí bien? – preguntó Alex.
-Sí.
-Pues… felicidades, hijo. Tengo fe en que serán muy felices – Emilio le da una palmada a su hijo.
- ¿Estás bien, mamá?
-Ya mandé curriculum y nada. No encuentro trabajo.
-Mamá, tú eres una de las mujeres más inteligentes que he conocido en mi vida – le dijo su hijo mayor – no necesitas enviar nada. Tú puedes ser tu propio jefe.
- ¿A qué te refieres? – pregunta Emilio.
-Eres pedagoga, orientadora vocacional, regularizas jóvenes. Aquí en la casa puedes poner tu propia escuela – le recomendó el joven médico.
-Pero, la casa no es tan espaciosa como para meter varios niños.
-Tienes el patio, mamá. Puedes hacerl ahí.
Sus hijos y esposo la animaron para abrir su propia escuela.
Un mes después, Nuria tenía dos alumnos. Dos niños de 11 años que eran hermanos. Los dos niños iban mal en inglés, Nuria resolvió las dudas de los dos estudiantes. Aprobaron sus exámenes y regresaron con la maestra Nuria porque querían seguir aprendiendo. Las madres de esos estudiantes pasaron la voz y llegaron otros dos alumnos para aprender inglés. Mientras que los padres de una joven de secundaria que pronto pasaría a preparatoria, no sabían qué carrera estudiar, los alumnos a la maestra Nuria se le juntaban.
Un mes después, Israel y Oscar se mandaban mensajitos. Mensajitos de amor, mensajitos de ánimo. Los dos jóvenes tenían treinta y seis horas de trabajo en el hospital. Se veían para comer o para dar un paseo, pero estaban evitando hablar del sexo. La psiquiatra, Rosana Nájera, continuaba haciendo su estudio en el hospital, y seguía en terapia con Israel.
-Lo amo. Nunca había sentido esto. Siento emoción cuando recibo un mensaje de él – comenta Israel en la terapia.
-Yo pienso que ustedes siempre han estado enamorados, simplemente que ninguno se animaba a aceptar lo que uno sentía por el otro. Se atravesó Francis que les propuso un trío y ya no había necesidad de sincerarse como lo hicieron hace poco.
-Es el amor de mi vida. Solamente que hemos evitado hablar del sexo.
-¿Por qué?
-Yo siento culpa. Me siento terrible por Francis. Ella está encerrada.
- ¿Es solo por Francis o también por Flavio? – le cuestiona Rosana.
-Un poco de los dos.
-A Francis nadie la obligó a cometer esos delitos. Yo creo que ella estaba aburrida del espectáculo. Era lo mismo. Una adicta al sexo normalmente busca sentir más y más. Al principio era emocionante estar con tres hombres. Pero llegó un momento en el que ella ya había experimentado todo el placer posible con ustedes. Se cansó. Ahora, Flavio ya no está. Ni te está viendo, ni sabe lo que estás haciendo. Él murió. Deja la culpa. Disfruta tu vida junto a la de Oscar.
-Aunque nos besamos muy rico, no hemos pasado de las caricas.
-Si ya se sinceraron ¿para qué evitar el sexo?
-Es distinto. Ya tenemos una relación. No le quiero fallar.
-No le vas a fallar. Deja de pensar en la culpa. Ya no tienen la presión de “cumplirle” a los tres. Solo están ustedes dos. Yo sé que la vida de un médico es complicada, pero te puedes dar un espacio.
Era un sábado por la mañana, Israel llamó a Oscar para verse para desayunar. Después fueron a caminar al centro de la ciudad.
-Ay ya Israel ¡dímelo!
-No hemos hecho el amor.
-Lo sé – responde Oscar serio.
- ¿No quieres?
-Tengo muchas ganas – Oscar le responde a Israel por semejantes insinuaciones.
-Tenemos el resto de la mañana y toda la tarde.
-Ya no aguanto.
Los dos jóvenes se fueron a un hotel de cinco estrellas en el centro. Rentaron una habitación en el sexto piso. Por la ventana se lograba apreciar media ciudad en constante movimiento mientras que la vida se detenía .
- ¿Para qué tanto lujo? Lo único que necesitamos es la cama – dice Israel mientras Oscar lo avienta a la cama.
-Hoy serás mío – le dijo Oscar mientras le quitaba los zapatos y le desabrochaba los pantalones.
Quedando desnudos. Por fin estaban juntos. Se besaban tiernamente. Se besaban el cuello, los hombros. Lamian sus pezones. Se mordían el labio. Comenzaban a frotar sus cuerpos. Era excitante sentir el cuerpo del otro. Oscar estaba recostado sobre la cama e Israel estaba encima de él. Oscar tocaba las nalgas de su novio mientras introducía sus dedos entre ellas.
- ¿Listo? – le preguntó Israel.
-Dale, papi.
Y es que Israel es conocido por dar un placer de un tiempo prolongado. Le enseñó a Oscar a mantener la erección el tiempo suficiente para dar placer por largo rato.
Los dos gemían despacio y con intensidad. A Oscar le colgaba la cabeza de la cama, lograba ver el reflejo en el espejo de los dos sobre la cama. Observaba cómo Israel le daba todo el placer mientras él tocaba sus marcados y musculosos pectorales.
-Sí, papi. Así.
- ¿No te duele?
-Sigue, sigue – respondió Oscar con la voz agitada.
Rato después cambiaron de posición. Ahora estaban en un sillón color gris con los cojines en color azul marino. Oscar recostado en el sillón, Israel se sentó sobre él dándole la espalda. Israel cabalgó hasta sentir que ya no podía.
Se levantaron del sillón para pasar a dar un espectáculo. Con las cortinas abiertas, Oscar se colocó frente al ventanal de la habitación e Israel detrás de él.
Por primera vez, los dos hacían eso. Estaban en el sexto piso, difícilmente alguien desde abajo podría verlos.

Continuará…

Texto agregado el 21-10-2023, y leído por 76 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-10-2023 Dale, mami. eRRe
 
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