Tres árboles,
torcidos por las sombras,
crecieron en el bosque.
Admirando su reflejo delineado,
por el brillo del sol,
soñaban su estatura futura.
Dos crecieron juntos
y el brote más pequeño apartado.


La escasa brisa se mascullaba,
como el reinado del silencio,
entre sus hojas inquietas.
Y en el aire se presentían
inevitables los acontecimientos.
Dos crecieron juntos
y el brote más pequeño apartado.


Alzaron sus hojas blanqueadas
para que fuesen teñidas.
Y el abuso se sirvió de la nobleza.
Las sombras que proyectaba el bosque,
se derramaron, como frasco de tinta negra,
sobre las claras acuarelas de sus ramas.


Tarde llegó el día para mis ojos.
Y mis pies de peregrino
no supieron hacer pisadas.
¡Ay como lloro!
Por sus hojas y sus pálidas
raíces sepultadas.
¡Ay como siento!
Por la mano que no supo
acomodar la tierra a tiempo.


Tres árboles,
torcidos por las sombras,
crecieron en el bosque.
Un destello de luz vive atrapado
bajo sus cortezas.
Se desliza como savia lechosa
en la rigidez de sus cuerpos cansados.
Cansados buscando abrigo.
Cansados de tanto castigo.