Lugar y momento oportunos.
La carretera tenía, de un lado el pueblo y del otro, plantíos.
Me gustaba caminar al costado de la ruta donde los girasoles mirando todos hacia el mismo lado, me recordaban los cuadros de Vincent Van Gogh y el cielo azul celeste que parecía pintado con hermosas nubes como olas, alegraban la zona.
Ese era mi paseo matinal en aquella época, solía hacerlo acompañado de Toro, mi hermoso perro, compañero de paseos y de vida.
Mientras era aún un muchacho corríamos los dos por esos plantíos sólo cuando los años se nos vinieron encima dejamos de hacerlo, por supuesto que él antes que yo.
Aquel día salimos más temprano a dar nuestra recorrida, el sol estaba en su esplendor y siendo verano si salíamos a caminar más tarde corríamos el riesgo de asolearnos. De pronto Toro se me adelantó en la caminata y lo veo salir corriendo adentrándose en los plantíos de girasoles.
Comencé a correr yo también para ver a qué se debía tanto apuro y pronto lo descubrí, algo se movía entre las flores y allí estaba ella, una joven se desangraba entre gritos de dolor y llanto. Casi sin poder moverse a punto de desmayarse. Toro le lamía la herida tratando de ayudarla, pero le dije que no lo hiciera, la joven tenía una bala en una pierna y podía infectarse. Tan pronto como pude calmarla un poco llamé a la policía quien vino de inmediato, el pueblo era chico y en pocos minutos ya había una ambulancia también.
La policía me pidió que no me fuera, necesitaban saber cómo había recibido la bala y quién era esa muchacha.
Jamás la había visto, fue de pura casualidad que anduviera tan temprano de la mañana, si no fuera por el calor agobiante hubiera salido más tarde, eso le contaba a la policía que aún no estaba segura de que lo que les contaba era cierto o si por el contrario era el que le había disparado.
Todo cambió de repente cuando una mujer a la que tampoco había visto nunca apareció de la nada para decir que era la madre de la chica baleada.
Esto atrajo la atención de la policía que pidiéndome que no me fuera comenzaron a interrogarla a ella.
Luego de un buen rato y de haber dado mis datos me dejaron ir, mucha gente me conocía por la zona, era el hombre del perro, así me llamaban los vecinos.
Volví a mi casa con mi perro y luego de asearme y cambiarme fui directamente al hospital donde se habían llevado a la joven, al llegar me dijeron que luego de curada la madre de la muchacha se la había llevado del hospital sin esperar a que se supiera el motivo o quién había baleado a la chica.
Esto me pareció extraño y pedí para hablar con el jefe de la policía, ¿cómo era posible que la hubieran dejado irse sin haber resuelto el caso? Porque era un caso para la policía, ella sola no se había disparado además se encontraba en estado de shock y tuvieron que sedarla para poder extraer la bala, es decir que su supuesta madre tuvo que necesitar a otra persona para trasladarla a algún vehículo. El jefe de la policía, un hombre muy inteligente me invitó a ir a la comisaría a su despacho y me confesó que a él también le había extrañado lo que estaba pasando. Me dijo que sabía quién era yo y me pedía que lo ayudara a resolver este pequeño misterio de pueblo.
La verdad es que compré una casita en el campo para olvidarme de la ciudad y al poco tiempo mi mujer me había dejado, éramos dos muchachos cuando nos casamos y pronto se cansó del pueblo y se marchó tras un divorcio que me dejó solo con la pequeña casita y mi perro.
Soy pintor y de eso vivo, eso quiere decir que no tengo mucho que ofrecer salvo cuando tengo suerte y vendo algún cuadro. Por fortuna corro con más suerte que Van Gogh a pesar de que no puedo comparar mis cuadros con los suyos he llegado a vender algunos a muy buen precio.
Varios días pasaron hasta que el comisario jefe vino a verme, me contó que el caso seguía igual, las dos mujeres habían desaparecido del mapa, nadie las había vuelto a ver y se le ocurrió que como Toro había estado tan cerca de aquella joven, quizá si le diéramos a oler una prenda que había quedado olvidada en la ambulancia el animal pudiera rastrearla y dar con el paradero de dicha joven.
Les dije que estaría encantado de que lo hiciera y estaba seguro de que Toro sería un excelente sabueso.
El perro como si leyera mis pensamientos después de oler la prenda salió a la calle y comenzó a recorrer las pequeñas casas del pueblo tratando de encontrar algo.
No era fácil si la muchacha no quería ser descubierta ya se hubieran ido del pueblo, nadie la conocía ni a su supuesta madre o si por el contrario estaba retenida contra su voluntad, tal vez no sería muy fácil trasladarla sin que gritara por lo menos.
Luego de un par de horas Toro entró en una casa siguiendo su olfato y todos supimos que allí había estado la chica, aún estaban las gasas con sangre de la herida.
Lo malo fue que ella ya no estaba allí.
Eso era lo que todos supusimos, digo todos, aunque eso no era tan así, Toro no estaba de acuerdo y aunque lo llamáramos no se movía, se había sentado en el comedor y rasqueteaba con sus uñas el piso de madera.
De pronto el jefe me dijo que no hiciera ningún ruido que estaba mirando el piso y que veía una tabla floja.
De ahí en más todo fue más fácil, pudimos levantar una puerta que estaba cubierta por una alfombra y allí estaba Loreley que así se llama la muchacha, tendida en una cama en ese sótano frío y sucio y casi inconsciente, perdiendo mucha sangre debido a la herida mal curada, pero viva y pronto una ambulancia la llevó al hospital, por supuesto que esta vez no me moví de su lado, quería saber todo, soy demasiado curioso, además Loreley ¡es tan bonita!
Al día siguiente yo aún me encontraba en el hospital, había dormido en una silla al lado de la cama de ella y al despertar la vi cómo me observaba y esto me llenó de alegría, por primera vez la veía sonreír.
Toro, con un permiso especial estaba lamiéndole la mano a Loreley mientras que ella le acariciaba con la otra mano la cabeza, se habían hecho buenos amigos.
De pronto me di cuenta de que aún no sabía qué era lo que había pasado y quién era la mujer que decía ser la madre.
El comisario jefe al ver mi desconcierto por no saber nada, me llevó con él y me mostró unas fotos que tenía en el auto de la policía, una mujer y dos hombres viajaban como familia y reclutaban por no decir se llevaban chicas con falsas promesas de trabajo en el extranjero para prostituirlas, eso le había ocurrido a Loreley quien se dio cuenta del engaño y quiso huir con tanta mala suerte que la mujer que siempre andaba armada la descubrió y le disparó.
Me aseguró que la banda había sido detenida y que serían extraditados a su país donde también estaba requeridos.
Loreley mientras yo dormía le había contado a la policía todo y al ver ella misma las fotos supo que eran ellos.
De esto hace unos cuantos años, jamás dejé a Loreley y ahora la familia aumentó, después de un tiempo nos enamoramos y nos casamos, nuestro primer hijo nació hace dos meses y aunque mi querido Toro ya no está con nosotros, un hijo suyo ocupa su lugar y es el mejor guardián que puede tener Dieguito nuestro hijo.
Omenia
7/10/2023
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