El canario y su jaula dorada.
Julia era una niña pequeña hasta de estatura, vivía junto a sus padres en el campo y se sentía muy sola, allí no había vecinos cercanos ni otros niños con quien jugar.
Su padre entendía la soledad de su hija y al cumplir ocho años le trajo de regalo un hermoso canarito amarillo en una jaula dorada como él.
Julia no podía creer lo que estaba viendo, ahora tendría un amigo y así comenzó aquella hermosa amistad entre los dos, el canarito cantaba el día entero y esperaba a Julia cuando llegaba de la escuela con sus trinos y ella en agradecimiento le daba de comer en su mano.
Así fue pasando el tiempo, pero un día el canarito no quiso volver a cantar y Julia se lo comentó a su padre muy triste.
El hombre al otro día trajo una jaula un poco más grande y Julia colocó al pequeño amigo en ella, pero a pesar de ser más grande tenían poco espacio para volar, el canarito no salía de la rama que ella le había puesto en la jaula para que pudiera posarse como si fuera un pequeño arbolito.
Entonces el padre tuvo una idea, al día siguiente al volver del trabajo vino con un regalo para Julia.
Una hermosa canarita.
Julia estaba muy contenta y la puso dentro de la jaula para que se conocieran y se hicieran amigos.
Al poco rato cantaban los dos, la atracción había sido mutua.
Poco tiempo después, el padre pensó que la jaula era muy pequeña y que los pobres canarios ni podían volar en ella entonces decidió comprar una jaula mucho más grande y ponerla en el patio.
La pajarita volaba y volaba, pero el canarito sólo se posaba en la ramita y no volaba.
A los pocos días, él también comenzó a volar y entonces Julia lo comprendió, su canario no sabía volar, estaba tan acostumbrado a estar solamente posado en una rama que sus alitas no respondían al deseo de volar, en su antigua jaula no lo podía hacer, pero de a poco y con la ayuda de su actual compañera, aprendió a hacerlo. Todo parecía estar en orden y Julia se sentía feliz de tener a dos amigos tan hermosos que hasta parecía que le hablaban.
Pero un día no volvió a sentir el canto de sus pajaritos y al mirar la jaula lo comprendió, el canarito yacía en el suelo de la jaula y su compañera a su lado parecía llorar y ya no volvió a cantar hasta que la tristeza a ella también la llevó.
Ahora la que volvía a estar triste era Julia.
Su padre entonces volvió a traerle otro regalo, esta vez era un pájaro más grande, un pájaro azul y su compañera, dos hermosos ejemplares que Julia observó, pero le dijo a su padre que, aunque estaba muy feliz de tenerlos, quería hacer algo si es que él se lo permitía, su padre le dijo que si, que hiciera lo que quisiera, era su regalo.
Julia se acercó a la jaula y abrió su reja, dejó que los hermosos pájaros volaran.
En ese momento su padre entendió la lección que su pequeña hija le había dado, nadie debe estar enjaulado, ningún ser debería estarlo y menos aún los pájaros, ellos nacen libres y por algo tienen alas su destino no es estar enjaulados, volar está en su esencia y el no poder hacerlo los entristece hasta la muerte.
Julia al fin se sintió feliz, ahora ella era la que cantaba y pronto la alegría volvió a la casa.
Un día mientras jugaba con sus muñecas sucedió algo, una niña se acercó a su ventana y le preguntó si quería jugar, Julia se asomó y la vio, la niña se presentó, soy tu nueva vecina, nos mudamos muy cerca de tu casa y me siento muy sola, al verte pensé que podíamos ser amigas.
Julia ya no estaba sola, al fin sus plegarias habían sido escuchadas, Elena se convirtió en su mejor amiga y hoy estando las dos casadas y con hijos, recuerdan aquella amistad libre, como los pájaros que una vez dejó en libertad.
Omenia
1/10/2023
|