No es posible. Es su voz, son sus pisadas. La semana pasada la mataron y no han dado con su agresor. Desde entonces sus padres no han parado de llorar ni de realizar sus labores como autómatas, parecen fantasmas, siguen un camino sin sentido.

“Fue estrangulada” me dijeron. Y abusaron de ella.

Tenía 12 años. Cada semana venía a la tienda a pedirme fiado. Se parecía a su madre de bonita y nunca le conocí ningún enemigo. Todos la queriamos.

--La otra semana ya no voy venir --me había dicho.

--¿Por qué, Malenita? ¿A dónde te vas a ir? –le dije.

--Me voy a morir --dijo ella como cualquier cosa.

--Ven a visitarme” --le dije, riendo. “Si”, respondió.

--Me lo prometes --insistí.

--Claro --dijo ella y destapo una sonrisa como se destapa un refresco burbujeante.

Ahora sube.

Yo le había dicho“no quiero hacerlo pero no puedo dejarte con vida”, mientras colocaba mis manos en su cuello.

Ahora mi puerta se abre.

La veo acercarse.

Quiero huír pero --¿Henry?…, escucho, y la veo sonreír.