Al final parte 17
Cinco meses después
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Oscar se dio un día en el trabajo. Tomó su automóvil. Viajó dos horas hasta llegar al lugar. Se estacionó. Mostró su identificación. Se sentó para esperarla.
Decidió por ir a visitar a Francis. La futura mamá ya había tenido algunas molestias, pensaba que eran los nervios por el parto. Eran pequeñas contracciones que aumentaban con el tiempo.
-Hola dijo ella al verlo sentado.
-Hola ¿Cómo estás?
-Bien. Está creciendo. He tenido un poco de molestia. Ya estoy a poco tiempo de tenerlo ¿quieres tocarla? Anda.
Oscar se levantó de la silla y tocó la barriga de la mamá. Los dos regresaron a sus sillas.
-Fui una pendeja.
-No. Yo fui el pendejo. No supe valorarte.
-Sabes que no fue así. De no estar yo, llevarías años junto a Israel ¿Cómo está?
-No le he visto no sabía cómo decirle lo de Flavio.
-Te debo una explicación. La última vez que estuvimos juntos, en el espectáculo le especifica Flavio los estaba mirando desde el filo de la puerta. Ustedes estaban felices, reían, se besaban.
Oscar la miraba fijamente.
-Flavio regresó a la cama y me pidió que lo hiciéramos, pero ahora sin preservativo. Cogimos hasta que se vino adentro. Con Gabino siempre tuve sexo con preservativo y nunca fue vaginal.
- ¿Me estás diciendo que el bebé es de Flavio?
Francis movió la cabeza confirmando lo que había dicho.
- ¿Cómo está Flavio? ¿Sabes algo de él?
-Flavio estuvo todo el tiempo en el departamento de su padre. Estaba enfermo. Murió hace cinco meses.
- ¿Cómo?
Francis se levantó de la mesa. Se tocó la panza.
-Ay, creo
es otra contracción.
- ¿Estás bien?
-Ay, no. No, no, me duele. Ay, ¡no! ya viene Francis dijo.
- ¡Un médico! gritó Oscar ¡ay, qué pendejo! Yo soy médico ¡Por Dios qué hago!
- ¡Haz algo por tu hijo! Francis se quejó.
Un policía se acercó a ellos. De inmediato entró la doctora Brenda con la camilla y la llevaron a la sala de parto.
Dos horas después, Oscar tenía al bebé en brazos. El pequeño Yahir no había sido tan llorón como se esperaba. El bebé le tomó el dedo a Oscar. Lo apretó con las fuerzas que puede llegar a tener un bebé. El bebé era rosita, su piel suavecita, una naricita, y una boca que clamaba comer.
-Siento lo de Flavio. Dile a Israel que lo quiero y lamento la muerte de Flavio.
-Cuando lo veo le digo.
-Ahora, si no me crees. Podría solicitar una prueba de ADN.
-Flavio está muerto.
-Israel comentó un día que Flavio había congelado su semen.
- ¿En qué banco?
-La información debe estar en su departamento.
-Tengo las llaves del departamento.
Oscar buscó información en el banco de fertilidad. Ahí le dieron la información necesaria para obtener un resultado. Pasó un mes para que le dieran lo que buscaba.
Durante ese mes, Israel sacó su dolor con una experta en el tema. En el hospital, el médico arrastraba la cobija. No podía evitar la tristeza que lo embargaba. Su sonrisa se había ido. Una psiquiatra había llegado al hospital para hacer un estudio sobre el estrés laboral entre el profesional de la salud. Ella estaba aplicando algunas escalas, había escuchado maravillas de Israel, que era un médico prometedor, que era muy responsable. Médicos, enfermeras, internos, pacientes y personal administrativo coincidían en que el doctor Israel Escalante era increíblemente fantástico, pero que últimamente andaba llorando por los rincones por lo que había pasado con su novio.
Un médico los presentó, Israel ni sabía que la psiquiatra estaba en el hospital.
-Doctora, le quiero presentar al doctor Israel Escalante.
-Es un gusto conocerlo, doctor. Rosana Nájera la doctora expendio la mano.
-Mucho gusto respondió Israel.
-Me han hablado mucho de ti.
-Gracias. Voy a cirugía.
Era temprano, y no quería ir a casa. El amor de su familia lo afligía porque no quería descargar su dolor con ellos. Se fue a un rincón del hospital cerca de patología. Lloraba sentado en el piso cuando lo vio la psiquiatra.
-Doctor dijo Rosana.
-Ay, doctora. Perdón.
-No sé exactamente qué te pasó. Mi consultorio está en el área de psiquiatría. Cuando gustes.
Rosana se fue alejando del pasillo hasta que se dio vuelta a la derecha y desapreció.
Más tarde, Israel se sentó afuera del consultorio. Le dio vueltas. No quería entrar. El doctor se levantó cuando Rosana salió del consultorio.
-Evadir el dolor es normal - dijo Rosana en la puerta del consultorio.
-Tiene trabajo.
-Pasa.
Continuará
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