La Negra suerte del Gato
En las alturas de los andes del Perú, vivía una pareja sin hijos y su única compañía era un desaliñado gato negro; este minino era el engreído del esposo y le gustaba mimarlo, consentirlo en todo pero a pesar de tanto cariño era motivo de constantes peleas y riñas entre los dos esposos.
Estas peleas se daban en especial cuando el esposo regresaba de sus viajes, porque él es un vendedor viajero y es que el gato de marras tenía por maña no comer cuando no estaba su amo y siempre lo encontraba todo sucio y desaliñado, flaco, todo lleno de cenizas, porque se le daba por dormir debajo de la estufa.
El esposo siempre al regresar encontraba al gato en estas condiciones de maltrato, se enojaba tanto que empezaban las peleas con su esposa, recriminándole: -sabe Dios dónde estarás en mi ausencia que dejas al gato solo, por eso lo encuentro todo flaco y desaliñado a mi pobre gatito.
La esposa sentía que todas esas acusaciones eran injustas porque era el gato que tenía esa manía de dejar de comer y meterse debajo de la estufa a esperar a su amo, ella se sentía tan triste que ya estaba pensando en dejar a su esposo.
Un día, el esposo sale una vez más sale a uno de sus acostumbrados viajes de negocios y tomaría bastante tiempo en regresar; al momento de despedirse de su esposa le recomienda: -Más vale que cuides muy bien a mi gato durante el tiempo de mi ausencia de otro modo conocerás mi furia. Tan pronto el esposo salió y cerró la puerta, ella lloró amargamente porque ya sabía cuáles eran las mañas de este gato.
Durante el viaje el esposo cansado de tanto caminar por los senderos entre los cerros le dio la noche y para no dormir en el descampado encontró una cueva que parecía muy segura para dormir.
Ya dentro de la cueva y acomodándose para dormir a eso de la medianoche escuchó un ruido y unas voces cercanas. Con temor y mucha precaución se fue acercando hacia donde provenían las voces y vio una luz en el fondo, temiendo que sean unos ladrones se ocultó para ver sigilosamente de quiénes se trataban esas voces. Para su sorpresa vio que estaba el diablo rodeado de muchos gatos. Satanás les pedía cuentas a cada uno de ellos, que cuenten sus hazañas que hacían cada una en las casas donde se les había asignado.
Con gran sorpresa fue escuchando cada uno de los relatos de estos gatos, pero quedó aterrado cuando vio y reconoció a su propio gato negro, que muy ufano decía: -yo estoy empeñado en separar a mis dueños, actualmente mi amo, se ha ido de viaje y le ha dicho a su esposa que me cuide mucho y que si a su regreso me encuentra todo flaco y maltrecho, ella va a conocer la furia de sus manos, y desde que se ha ido no he probado bocado, pues quiero que me encuentre todo escuálido y moribundo y al verme así le dé muerte a su mujer.- El diablo al escuchar a ese gato movió la cabeza aprobando su estrategia; al rayar el alba todos se despidieron y se fueron cada uno a la casa que les correspondía.
El esposo ahora enterado de las maliciosas intenciones de su gato decidió no continuar el viaje y regresar a su casa con el fin de matar al endemoniado animal.
Ya en su casa y en la hora del almuerzo su esposa le llevaba los platos para servir a su esposo, en ese preciso momento el gato corre a enredarse entre los pies de ella, haciendo que se caiga y se rompan todos los platos con la comida; el esposo indignado cogió un hacha y con un golpe certero le cortó la cabeza al animal infiel. En ese mismo momento le cuenta a su esposa todo lo que había escuchado y visto la noche anterior en la cueva en el campo.
Desde la muerte del gato de marras la paz reinó entre los dos esposos y recomendaban a todos en el pueblo a no criar un gato negro porque es de mala suerte.