Edmundo Rojas Riquelme, al enterarse que estaban matando a todos los hombres con las características de él, se asustó de tal manera que durante mucho tiempo se escondió. Ni su madre supo dónde lo hizo, lo cierto del caso es que no volvió ni siquiera a verse en la página de los cuentos. Edmundo, ahí era muy conocido por echar todos los días una mentira fresca. Sus familiares dieron aviso a la policía, la Terrecita aprovechó la ausencia para ponerle cuernos, a propósito le quedaban muy bien, pues parecía un reno en diciembre.
El tiempo siguió transcurriendo indiferente a la voluntad de los seres humanos. Sus familiares decidieron darlo por muerto, no valía la pena aferrarse a la esperanza de encontrarlo de nuevo. La Terrecita, en lugar de ponerse triste, se puso feliz, no le importó la suerte de ese desdichado. Si está en el cielo, allá debe estar echando mentiras a los ángeles. Sí está en el infierno, debe estar echándole mentiras al diablo, que a propósito, detesta a seres alabanciosos. Como era de esperar, allá fue con sus mismos resabios, es decir, a creerse el ser más perfecto, más sabio, más elocuente y la mejor pluma.
Un día el diablo, le dijo:
-No me caes bien, mañana te voy a mandar a una isla de caníbales.
Al escuchar la propuesta del diablo, le contestó:
-Por qué no vienes conmigo.
El diablo se rió, luego le dijo:
-No me gusta andar con estorbos.
Edmundo no dijo nada, espero que el diablo se fuera y corrió a esconderse a un cuarto muy grande y oscuro, ahí creía que estaría a salvo. Al menos durante el día nada le pasó, nadie vino a buscarlo. En la noche, fueron llegando muchos seres malos con mujeres más malas. A la media noche, encendieron una luz muy intensa y dieron inicio a un bacanal. Se percataron de la presencia de Edmundo y una gorda lo besó y abrazó fuerte, la gorda no lo quería soltar, estaba dispuesta a comerselo a punta de besos. Edmundo, muy asustado, no sabía qué hacer. La gorda empezó a desnudarlo, cuando estaba totalmente desnudo le dijo a otra gorda:
-Traeme la lupa.
La gorda salió corriendo a buscar la lupa. Regresó a los dos minutos y se la pasó a la otra gorda que parecía ser la jefe. Recibió la lupa y con ella recorrió todo el cuerpo de Edmundo, que a propósito estaba a punto de desmayarse. Antes que lo hiciera la gorda le dijo:
-Hoy morirás de la peor manera.
Edmundo se estremeció de pies a cabeza, con una voz chillona dijo:
-Por qué me vas a matar.
La gorda le respondió:
-Todavía lo preguntas, morirás por pito chico. |