Crónica de primavera
Agostó ya pasó, septiembre también, pero, aunque tarde me acordé que no había publicado esta crónica, creo que aún es tiempo, porque el clima está loco, loco, loco. Y aquí en Chile no estamos libres de esa locura que está azotando al mundo.
Tiro por la culata
Según las hojas del calendario hoy se presentó agosto. Yo ignorante de los cambios del clima y poco seguidor de las informaciones del tiempo en la TV, siguiendo la acostumbrada creencia que dan las fechas marcadas en el calendario me iba a vestir con hábitos de invierno: camiseta manga larga, camisa gruesa, calcetines de lana, zapatos para lluvia, y abrigando el cuello una bufanda de lana., pero…
Pero… ¡Amaneció primavera! Me despertaron los gorriones, las campanas de la iglesia y unos tibios rayos de sol que entraron por la ventana. El cambio climático, calentamiento global, alteración en los ciclos del universo o como quiera que lo llamen, está jugando con las fechas, el clima y las costumbres.
Entonces me dije: ¡Tiempo nuevo, vida nueva! Atrás queda el invierno, aunque sé que aún vendrán posibles lluvias, algunas noches de frío, mañanas nubladas, tardes grises y más de algún gorrión aterido en las ramas del almendro florecido, que adorna mi mirada en la ventana.
Actuando como dice el refrán: ¡Al buen tiempo buena cara! Y como el tiempo aparenta primavera tengo que pensar en vivir aventuras nuevas, recorrer caminos no andados desojando una margarita para que me responda si en alguna esquina o en algún café del boulevard me podría estar esperando un posible romance.
Por lo tanto, aunque se repitan las alergias viejas o las reemplacen alergias nuevas, como hoy comenzaba a calentar el sol ¡Fuera ropa de invierno, fuera lana y cuero impermeable! Además, olvidarse del paraguas.
Me afeité con máquina de cinco hojas, aunque me rasura mejor la de tres, pero pensé que si son cinco puede ser que hasta algunas arrugas superficiales puedan desaparecer con la afeitada.
Me puse un jean oscuro ajustado que le da cierta forma a mí poco notorio culo, la camisa negra nueva que compré en la última liquidación, cinturón negro, calcetines negros, zapatos negros y una casaca, chaqueta, chamarra, campera, o como se llame, de color gris claro y muy orondo con unas gotas de Ralph Laurent por aquí y por allá, me transformé en gavilán dispuesto para la caza de palomas.
Caminé por varias calles repartiendo sonrisas y piropos con los que obtenía también sonrisas y más de algunas risitas disimuladas. Yo pensaba que iba de buena forma avanzando en el intento, por lo tanto, ya veía la primavera con anteojos multicolor y la sentía con aromas de mujer
En la esquina más concurrida frente a una gran vidriera de una tienda muy importante, en pose de cazador avezado vestido de pavo real, me detuve a observar el panorama para comenzar a disparar a diestra y siniestra, esperando dar en un blanco.
Ellas miraban y pasaban, miraban, pasaban, pasaban, pasaban…. No sé cuántas pasaron.
¿Sería yo invisible? ¿Los maniquíes de la vitrina llamaban más la atención? ¿O el apuro de la globalización las llevaba muy apuradas a otro punto de la ciudad? No sé, no sé qué pensar, pero ninguna cayó en mis redes ni fue blanco de mis disparos, por más que cambiara de pose y abanicara las plumas.
No sé qué pasó, fui un gavilán que salí a cazar palomas y ellas como si lloviera… como si todavía fuera invierno o no las conmovían las alteraciones del clima
Aún no me explico de donde saqué fuerzas para volver cabizbajo caminando a mi casa con la intención de encerrarme en cuarto oscuro a esperar que pase el invierno de acuerdo al calendario y aparezca la real primavera del sur, el veintiuno de septiembre con la creencia que para esos días las palomas ojalá estén más receptivas.
Fui por lana y salí trasquilado o mejor dicho el tiro me salió por la culata.
Eso me pasó por ser un viejo iluso con ínfulas de picaflor.
Claro que si esto lo lee algún colega chileno lo más probable es que me diga: esto te pasó por güevón* y me haga un gesto, así, con la mano derecha extendida palma hacia arriba, con los dedos abiertos y curvados como sosteniendo una pelota.
*Palabra del idioma chilensis.
Para los chilenos la palabra huevón, güevon o webón, según quién, cómo, cuándo y en que tono la diga o escriba querrá decir lo que quiera decir, según la ocasión, la situación y con quién. También podemos considerarla como nuestra carta de presentación en cualquier parte del mundo.
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