(1) Todo lo bueno debe ser presa de la muerte, ya que la muerte es la gran fiesta del alma, y el alma anhela la bondad.
(2) La vida natural es enemiga del alma, El alma anhela la bondad y la vida natural la desecha.
(3) El hombre verdadero es un hombre entre la naturaleza y la bondad, por ello es llamado verdadero, es llamado verdadero pues la verdad hermana las incongruencias del universo y el destino.
(4) Cuando nace un espíritu en la tierra sin leyes, nace presa de los impulsos, amarrado a las cadenas de sus ancestros escrito en su corazón con la tinta de la evolución y la adaptación.
(5) La vida natural es la vida de los esclavos.
(6) La bondad ha de hacer del hombre algo más que una criatura verdadera, lo hará un ser consciente de su debilidad y por ello siempre perseguido por la idea de la libertad.
(7) ¿Quién es el hombre libre?, en efecto el hombre de los acuerdos y las leyes, el hombre de la magia y las reglas, ese es el hombre que aún con un cuerpo no es meramente un esclavo de ese cuerpo y amén de su cultura no es el repetidor de sus canciones, es libre por cuanto puede conocer las normas de los otros hombres y establecer las categorías de bien y mal por y moverse por la voluntad que Dios le ha dotado.
(8) Adam era un hombre verdadero, pero vino a ser hombre libre a través de la expulsión del edén, e inmediatamente le fue otorgada la libertad del conocimiento le fue también entregada la consciencia de la voluntad.
(9) Adam era una canción del niño humano, un llamado al padre y un lloro de sus historias.
(10) Dios es la bondad por cuanto este código al que llamamos “Dios” sobrepasa las limitaciones de la naturaleza percibida.
(11) Dios ama al bondadoso y llama al natural a la casa de los condenados.
(12) Dios está destinado a la muerte del concepto, pues no se puede vivir creyendo en las antiguas canciones como hechos indudables.
(13) Y si Dios es bueno, está destinado a ser presa de la muerte.
(14) ¿Cómo ha de morir aquel que no ha nacido?
(15) No puede morir ni nacer y por ende no puede ser llamado con un nombre.
(16) Lo que de Dios ha muerto es su nombre y su grandeza y con ello ha nacido la evidente luz de nuestra falencia.
(17) Nunca hemos conocido al incognoscible, no podremos entender en este lenguaje al inconmensurable.
(18) Es por ello que su profeta es el bien y la bondad.
(19) Pero si todo lo bueno ha de morir, entonces la profecía de Dios es la muerte irrenunciable.
(20) He aquí que la muerte es el Ángel de Dios para nosotros, su máximo mensajero.