Crónica de tiempo y vida
De los episodios vividos que nunca borraré de mi historia…
Bar, vermouth, café y submarinos
—Era en un bar lejano en distancia y también en el tiempo, por allá en la Patagonia argentina, un lugar que no era frecuentado por escritores ni gente importante, sino que todos los días cuando el sol daba paso al anochecer allí se reunían vecinos de un pequeño pueblo.
Eran dueños de negocios, empleados de oficinas públicas, de comercio y municipales e incluso de vez en cuando maestros de la escuela y algún viajero de paso, de esos que con una mochila en la espalda andan buscando su destino de pueblo en pueblo.
En una mesa una partida de truco acompañada con una botella y copas de vino, en otra cacho con cubilotes de cuero y dados jugando el consumo de algún destilado, muchos en la barra bebiendo un aperitivo con vermouth, soda y fernet, también café exprés o cortado y más de alguno pidiendo leche caliente con bastante ron, incluso no faltaban los que no bebían alcohol y pedían submarinos, o sea un trozo de barra de chocolate sumergiéndose en blanca leche bien caliente, acompañados con bizcochos Bay Biscuits.
Era un niño huérfano de trece años que ayudaba tras el mostrador o barra de noble madera de roble cubierto de cristal, atendiendo a los parroquianos y en el manejo de la aparatosa máquina del café.
Después de algunas horas cuando todos los parroquianos, el administrador y un mozo se retiraban dejando cerrado el bar, más o menos entre once y doce de la noche, él no sin antes probar algunos de los restos que quedaban en las copas, se iba a dormir en un cuarto detrás del bar.
Al día siguiente después de un desayuno frugal, lavaba las copas usadas la noche anterior, vaciaba los ceniceros y barría todo el local, para que al anochecer de ese día se volviera a repetir la amigable rutina pueblerina.
… y hoy mientras recuerdo y escribo, me tomo un submarino de aquellos al que le agrego unas cuantas gotas de ron.
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