Su obsesión por la buena ortografía no tenía límites. Lo mismo pasaba con los signos de puntuación. Siempre andaba con un manual sucio con el cual enseñaba a escribir bien. Jamás dejaba el manual viejo, muchos creyeron que era un pastor, otros un pendejo y los más burleteros creyeron que era un filósofo de la antigüedad que había reencarnado en un pobre diablo.
Todos perdían ortografía con él y está situación inflaba más su ego. Un fin de semana , los directivos del colegio donde Eusebio laboraba programaron un día de campo. Ni en ese día dejó de fastidiar a los estudiantes, les preguntaba cómo se escribe esto y cómo aquello. Muchos se burlaban de él, pero aún así seguía arruinandoles el día de campo. Su atrevimiento llegó a tanto, que se le ocurrió preguntarle a Juan Ernesto, lo siguiente:
-Cuál es la diferencia entre hasta y asta.
El estudiante más indisciplinado del colegio, le respondió:
-Si es con h hasta aquí te trajo el río.
Sin compasión arrojó a ese panzón a las aguas turbulentas.