Un domingo especial.
Pensaba que después de una semana agotadora, de mucho trabajo acumulado, ese iba a ser un domingo para descansar, levantarme tarde e ir a almorzar a algún lado que, aunque fuera sola, me encantaba, la cocina no es mi fuerte y de vez en cuando me doy ese gusto.
Pero, como dicen que el hombre propone y Dios dispone, eso fue exactamente lo que pasó, a las ocho de la mañana suena mi celular y me sobresalté, nadie me llama tan temprano un domingo.
Era mi mejor amiga Erika, me llamó llorando diciéndome que su madre estaba internada y que se sentía perdida, no sabía qué iba a pasar con ella y que al no tener a nadie me llamaba para ver si podía ir al sanatorio y acompañarla un rato.
Por supuesto que le dije que, sí y al poco rato me encontraba con ella, pero con tan mala suerte que la encuentro llorando diciéndome que su madre había fallecido y que no sabía qué hacer, era soltera y vivían juntas desde siempre.
Me ocupé de todo y mientras esperábamos que desde la funeraria nos mandaran el coche fúnebre, mi amiga y yo a pesar del dolor debíamos desayunar, ella había pasado toda la noche sin dormir y ni siquiera había tomado un café entonces la llevé a la cafetería mientras tomábamos algo, la ayudé a planificar el sepelio.
Erika no tenía familiares, era del interior y los pocos amigos no podían venir, no les daba el tiempo de viajar ocho o diez horas en ómnibus por eso decidimos que el sepelio se realizara a la tarde y mientras preparaban a su madre en el cajón, nos sentamos en la funeraria a esperar.
Por la tarde se realizó el sepelio solamente con nuestra presencia y algunos vecinos que pude llamar para que Erika no se sintiera tan sola.
Después del entierro, mi amiga quiso estar unos momentos a sola frente a la tumba de su madre mientras yo, buscaba algún frasco vacío entre otras tumbas para colocar el ramo de flores que había comprado.
Caminé unos diez metros hasta encontrar un frasco y luego otro tanto hasta ver una canilla.
Llené el frasco con agua y cuando volvía veo algo bastante inusual.
Una patrulla policial con dos agentes uniformados y dos hombres de civil, con palas trataban de desenterrar un ataúd.
Esto me llamó la atención y me quedé mirando sin que me vieran.
Lo más extraño fue ver que al sacar el cajón, el muerto o la muerta que estaba dentro, tras una maniobra brusca de los hombres, cayó a la tierra.
Eso me asustó, no soy aficionada a ir al cementerio, tengo la creencia que las personas no deben ser enterradas sino cremadas y luego se debería esparcir sus cenizas donde el difunto hubiera querido. Me paralicé, no sabía qué hacer y no deseaba ser vista, pero Erika que no me encontraba de pronto estaba a mi lado, hice que se escondiera para que no la vieran, porque lo que yo estaba viendo era terrible y estaba segura de que, si nos vieran, algo malo podía pasarnos.
Pero Erika al no estar al tanto de lo que ocurría, habló más fuerte de lo que debía y nos vieron, traté de decirle que corriera, que no era un enterramiento, sino todo lo contrario y ya era tarde, uno de los policías estaba a nuestro lado diciéndonos que deberíamos subir a la patrulla.
De ahí en más todo fue como en una película de terror, nos esposaron y dejando al muerto dentro del pozo que habían hecho para sacar el ataúd, se llevaron éste y pude ver que en una bolsa de plástico se encontraba dinero en abundancia, joyas y un sinfín de piedras preciosas que sacaron del ataúd y colocaron dentro de la patrulla, dejando al muerto en la tierra y al ataúd abandonado para subir al auto y arrancar con nosotras que nos moríamos de miedo.
Pensábamos que nos matarían y mientras Erika lloraba desconsoladamente vi entrar al cementerio otra patrulla.
Pensé que, aunque nuestros secuestradores eran policías por su uniforme y la patrulla y que deberían ser corruptos, lo más probable era que la patrulla que estaba entrando no lo fuera y que simplemente los estaban persiguiendo, entonces comencé a gritar de tal manera que otras personas que estaban allí pudieran escucharnos hasta que sucedió algo increíble.
Unas luces muy fuertes nos cegaron y muchas personas nos rodeaban, nos sacaron las esposas y nos pidieron disculpas por lo que habían hecho, pero que era una escena muy peculiar y no podían cortarla.
De más está decir que ninguna de las dos entendíamos nada hasta que un señor muy elegante nos trajo algo de tomar y unas sillas, nos invitó a sentarnos y allí descubrimos todo aquello que nos parecía de película, porque en realidad eso era, estaban filmando una película en el cementerio y nunca se imaginaron que a esa hora de la tarde habría un entierro, por lo menos eso les habían dicho, el cementerio cerraba a las cinco, pero como mi amiga había decidido enterrar a su madre esa misma tarde, nadie tuvo tiempo de avisarles.
Ahora que pasó el tiempo, a pesar de la tristeza enorme por haber perdido a su madre, Erika y yo al recordar ese día, aún nos reímos, aunque parezca cruel a veces Erika me dice que lo que más lamentaba era que su madre no hubiera estado con ellas, ahora se reirían juntas.
Omenia
7/9/2023
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