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El bunker del abuelo era inaccesible. Pero era más grande mi curiosidad. Disfrutaba con placer un cuadro de tonos oscuros que contenía un bosque de pinos y en el centro la luz de la luna. Una Mujer espigada con vestido rojo y entallado. Ella tocaba el violín emocionada. Un día, pensando que no estaba el abuelo, escuché su voz que me decía que le pasara.
«¿Te gusta lo que ves?», asentí con la cabeza. «Un día, si te aplicas será tuyo. ¿Qué te gusta?, apunté hacia la pintura. Tienes buen gusto. Quédate. La próxima vez que quieras venir, avísame, y no entres como cualquier ladronzuelo». Al abuelo le gustaba leer y escuchar música en un aparato modular.
En el cuadro ella se veía espigada, ojos negros, cejas oscuras y finas que casi se unían en el centro. Un vestido rojo y entallado a sus caderas y el violín recargado en su cuello. Atrás una cabaña, una hoguera y una luna plena, Cerca un pinar. Por coincidencia las veces que estaba el abuelo escuchaba una melodía que después supe se llamaba Czardas. «es música húngara», me dijo.
Algunas veces me soñé dentro del cuadro, la veía tocando el violín con pasión. En el sueño percibía cierta delicadeza en sus ojos. Despertaba agitado, sudoroso. Se fueron los sueños y me quedó la melodía que me llevaba a lo soñado.
Salí del pueblo para continuar mis estudios y se fueron los años, me casé, me divorcié y para mitigar el duelo me inscribí a un club de senderismo que me ayudó a olvidar mi fracaso. Cada fin de semana salíamos a las afueras de la ciudad. Un día me retrasé para observar un racimo de hongos rojos y brillantes, no resistí la tentación y los probé, para luego escupirlos con preocupación. Cuando busqué al grupo no estaba. La tarde se hizo oscura y no escuchaba ni pisadas ni voces. El pulso golpeaba mis sienes. Grité varias veces y solo el piar de las aves respondía.
Encontré una vereda y la seguí. El bosque se hizo más claro y apresuré el paso. Distinguí una choza, salió una mujer madura, morena y delgada, le pedí que me orientara. Se sonrió y me invitó a pasar. En la cama había un violín «es de mi hija. Será difícil que se vaya, la noche no tarda». Tomaba agua cuando escuché el ruido de la puerta que se abría y la señora les dijo con claridad. «Tenemos un invitado». Me presentó a su esposo y a su hija, que la percibí como una conocida de años.
«Me dijeron los amigos que me encontraron entre la hierba, inconsciente y que estuve dos días internado en el hospital. En mis adentros no lo creía, yo sentía que había vivido mi vida».
Por una razón que desconozco me quedé con ellos. Aprendí a pintar escuchando de ella sus dotes de violinista, y bajo la supervisión de su padre logré por fin controlar el pincel. Con ella caminé disfrutando su presencia y su belleza. Salíamos fuera de la cabaña, veíamos la luna entre los pinares sin decir nada. Las miradas, nuestra piel, ese roce inefable.
Yo deseaba compartir mi vida con ella para siempre. Cuando terminase el cuadro le diría que fuese mi esposa. Pero nunca estaba satisfecho. Sé que las aves migraron, que volvieron las mariposas y un día, antes de enseñarle lo terminado, nos encontramos en la hierba y nos rodeamos tan profundamente que logramos la intensidad de ser uno. ¡Qué lejos se oía el canto de las aves! Aun por la mañana cortamos pitahayas y cuando quedamos solos la llevé a mi taller, quité la sábana que cubría el cuadro y fue en ese momento que escuché un grito de ella, que parecía un gemido hacia sus entrañas. Sentí que en mi cabeza se regresaba una cinta como aquellos casetes y al finalizar recobraba la conciencia. Abrí los ojos. La cama, el olor a desinfectante me decía que estaba en un hospital.
He regresado al Bunker, el abuelo, que ya falleció, me dejó un recado. ¡Disfruta de lo que hay! El texto escrito con su puño y letra estaba insertado en el cuadro que de niño veía. Al prender el viejo modular escuché el solo de violín que ella tocaba mientras su padre con paciencia me enseñaba a dibujar.

Texto agregado el 04-09-2023, y leído por 150 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
05-09-2023 Aún persiste el violín en tus oídos, los hongos no son de fiar, pero la vida nos enseña tantas cosa lindas, y terribles, que podemos creer aquello que presentimos.***** Abrazo Lagunita
05-09-2023 —Sí, es posible que en algo hayan incidido los hongos, pero... pero en la vida se presentan situaciones a veces inexplicables y en este caso me parece que ese sueño de pincel y violín o pintura y música, fueron realidades que vivieron tanto el nieto como el abuelo, sólo que en tiempos distintos. —Un abrazo entre tiempo y tiempo. vicenterreramarquez
05-09-2023 A mi también me parecen que todo fue por culpa de los hongos, cariños Rubén yosoyasi
05-09-2023 Puede tener algo de razón nuestra compañera. Me gustó! MujerDiosa_siempre
04-09-2023 Creo que aquellos hongos pudieron ser alucinógenos, no estoy segura. Saludos. ome
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