Los dos maestros:
Desde que me vine a vivir al pueblo, tengo dos maestros, el primero es la naturaleza. Ahora me siento liberado, como un animal criado en cautiverio entre rejas, y liberado en su adultez, en la selva de la sociedad del consumo, donde todo puede ser un producto o un servicio, incluso los valores.
Escapé y ni siquiera fue una elección, simplemente no tuve ni me dieron otra opción. Salí de la gran ciudad, pude hacerlo, darme el gusto. Encontré principalmente un amigo, mi segundo maestro. Lo conocí en un almacén, yo me estaba quejando por algo, y él me hizo reír. Desde ese momento nos cruzamos varias veces por el pueblo, hasta que me invitó a un encuentro de terapias alternativas. Yo no creo mucho en esas cosas, los miro medio de lejos. A mí dame un té de menta, pero también un ibuprofeno, si me duele la cabeza quiero que me deje de doler ya. Sin embargo, hay algo en sus palabras, una forma de dar consejos que te dan seguridad, y al mismo tiempo libertad. En los encuentros conocí más gente del pueblo, hicieron un grupo para ayudarse mutuamente, así que cuando alguien necesita ayuda ahí estamos, y cuando uno es el que necesita ayuda, ahí están también.
Mi escape fue motivado por distintos motivos, un trabajo donde no era respetado, una mujer que no me comprendía, un repentino golpe de suerte económico, una inversión que dio sus frutos de manera sorpresiva. Y sobre todas las cosas, una gran necesidad de salir de la estructura de mi mente. Cuando decía “yo” no solo era muy limitado a lo que me estaba refiriendo, sino que además ahora ni siquiera me siento identificado con lo que era. Cuando digo “yo” ahora, siento otra estructura, incluso más fuerte, con todos mis defectos y problemas, que no son pocos. Y miedos. Ante esto, las palabras de mi maestro, de algún modo, me han dado la seguridad para poder, por ejemplo subir a la montaña, bajar de la montaña, y pasar un día completo prácticamente sin ansiedad, prácticamente sin el estrés que a veces creo que es autoimpuesto. Pero miro al abismo, y el abismo no me devuelve la mirada.
Estoy atascado, pude hacer mi pequeño emprendimiento, lo que hizo que mi repentina “suerte” económica, una inversión que dio sus frutos más de lo que esperaba, se convertiera en una estabilidad económica. Mi escape fue mi mejor inversión, a fin de cuentas, también la única posible. Quizás la respuesta está en que nunca me había gustado el ruido, ni los amontonamientos de gente, ni las reuniones, ni los discursos de voces elevadas, ni las quejas, ni los reclamos, ni las peleas. Al mismo tiempo yo era todas esas cosas y las aplicaba como cualquiera , a fin de cuentas soy solo una de esas personas cobardes y sumisas.
Difícil es decir “valió la pena”, pero a veces siento un reflejo que retorna de mis miradas al abismo. Busco el reflejo, creyéndolo la luz y me encuentro en la oscuridad. De la oscuridad sale las soluciones repite mi maestro, con su gracia y su sonrisa. A veces no entiendo lo que dice, no importa, me transmite seguridad.
En la última reunión vio algo en mí, yo también lo siento, algo no está bien. Estoy atascado, bueno, él dice que no. Qué todo es idea mía, que vuelva a subir a la montaña y que cuando baje, vuelva a subir, tantas veces como sea necesario, a la hora que sea, sin importar absolutamente nada. Y yo lo hago, es un pequeño cerro, lo he subido a paso lento, lo he subido casi corriendo, me he resbalado más de una vez a punto de caer y deslizarme hasta saber uno donde. Los árboles, el verde de las épocas de lluvia, y las sequias, el color de la tierra, las hojas secas, los árboles muertos, y a veces hasta a lo lejos divisando algún bosque incendiado. ¿Y si el incendio llegaba hasta mi casa? ¿Y si también les afectaba a mis nuevos amigos y amigas del pueblo, y no podríamos ni siquiera ayudarnos mutuamente?
Algo me atormenta, entonces mi maestro me dijo de encontrarnos para charlar en el río. Cuando llegué me estaba esperando de pie cerca del puente, al verme vi la seguridad en su rostro y una pequeña sonrisa simpática. Supuse que sería una de esas charlas que me dan algo de seguridad, pero de repente se puso realmente serio, parecía preocupado, incluso llegué a ver miedo en él. Empecé a preocuparme yo también. De repente señaló unas rocas para que nos sentemos. Eran grandes rocas, ideales para sentarse, pensé en preguntarle si era un lugar habitual donde él venía, o si solo había sido improvisación, me olvidé de hacerlo. Supuse que sería un lugar clave, aunque sea para mis propias reflexiones meditativas futuras.
Noté una profundidad inusual en sus ojos, quizás no estaba preocupado, sino que simplemente estaba queriendo transmitirme algo muy profundo. Me di cuenta de que mi corazón estaba un poco acelerado. Sentí que algo no estaba bien, y que era algo que nos afectaba a todos. Entonces empezó a hablarme:
“Hay algo, querido amigo, qué no he tenido ocasión de hablar con casi ninguna persona. Pero como veo que sentís que estás atascado, y como sos una persona que sabe escuchar, y que ha pasado por experiencias muy complicadas que te han hecho crecer y terminar en éste hermoso lugar…” Miró el fluir constante del río, miramos el fluir constante del río. “…me gustaría compartirte algo, pero no como un maestro, sino como un amigo. Hace más de cien años una persona que respiraba filosofía, conoció a una chica que también tenía sus aspiraciones en el ámbito de la filosofía, y la invitó a que la acompañe a una de sus caminatas por la montaña. Frente a un río, probablemente similar a éste le habló básicamente de lo que te voy a contar, pero con mis palabras y un poco mi interpretación, ya que además hoy las leyes de la física podrían confirmarlo, o no…”
Lo escuchaba con atención y noté que mis manos estaban sudorosas, experimentaba ansiedad, probablemente por estar más tarde enfrentándome solo, a las profundas ideas que mi maestro quería transmitirme. “…Muy bien, no sabemos cómo fue creado el universo, pero los científicos han podido demostrar que está en expansión. La tierra da vueltas sobre su eje, a su vez sobre el sol, el sistema solar a su vez da vueltas sobre Sagitario A, un agujero negro supermasivo. Y ya sé que estás en este momento tan mareado como yo. La cuestión es que, si el big bang realmente ocurrió, estamos viviendo en una especie de explosión y el sol es una chispa. Un día la fuerza expansiva se detendrá, dentro de miles de millones de años. Nosotros habremos muerto en una fracción de tiempo tan minúscula que ni siquiera es relevante para el universo. Pero un día, la fuerza de la explosión se detendrá y es posible, que empiece a surgir una nueva fuerza, que se irá haciendo cada vez más poderosa, una fuerza que atraiga todo hacia el centro. Consumiendo todo a su paso…”
Pensé que ya era suficiente, me había dado demasiado información, tendría que subir y bajar muchas veces al cerro hasta para poder conciliar el sueño algún día nuevamente. Este pensamiento, admito, me hizo reír para mis adentros y lo escuché con más atención.
“…todas las cosas se fusionarán con todas las cosas, se comprimirán, compactándose en una sola cosa, quizás Dios, que luego volverá a implosionar y a crear un nuevo universo. Una de las posibilidades es que ese universo sea exactamente igual al anterior, sin ninguna variación, y por lo tanto se repita exactamente de la misma forma.”
- ¿Y en ese caso este momento pudo ya haber existido una infinidad de veces en el pasado, y podrá repetirse otra infinidad en el futuro?
- Así es, pero es solo una teoría, y la idea es meditar sobre como vivirías tu vida sabiendo que ésta se pueda repetir indefinidamente. Otro día, con más tiempo podemos hablar de como algunos teóricos, como el mismo Borges, hablaron al respecto.
- Tengo una pregunta, ¿quién era el filósofo y qué pasó con la chica a la que le habló del tema en una salida?
- Al final la chica, Lou Andreas Salomé fue una importante escritora que no le dio bola a nuestro filósofo, quizás porque era humano, demasiado humano. El filósofo era Friedrich Nietzsche.
Efectivamente, cuando nos separamos y volví caminando hasta mi casa, tuve la sensación de que tenía suficiente información como para meditarla durante mucho tiempo, y no caer otra vez en el sentimiento de atascamiento. Llegué a casa, era mediodía, comí algunas verduras con huevos y queso, y salí a la montaña. Mientras subía pensé que había una decisión que debería tomar pronto y que cambiaría mi vida. Quizás encontrar una compañera para no sentir que todo da vueltas, para sentir debes en cuando esa ilusión de quietud. Al llegar arriba me acomodé en mi lugar preferido, una vez más miré al abismo
Una novia para el nuevo del pueblo:
Yo también escapé, pero eso fue hace mucho tiempo. Las cosas han cambiado mucho en la gran ciudad, las calles han cambiado, la gente ha cambiado, las drogas han cambiado. Todos están alterados y si un buen día, por una pura casualidad de que los astros se hayan alineado de una manera perfecta, una persona de la gran ciudad puede descansar bien durante una noche aunque sea, al salir por la mañana, por la tarde o al otro día, seguramente la primera persona con la que se cruce será suficiente para que vuelva a entrar en esa dinámica similar a sentirse condenado a cadena perpetua.
A la gente originaria del pueblo le pasaba, que como no estaban acostumbrados, cuando veían en turistas o gente nueva como lo fui yo, alterados quien sabe por qué, ellos mismos se alteran y se quejan de nosotros, y sin darse cuenta empiezan a entrar en la misma dinámica.
Entonces con el tiempo aprendí a darle una vuelta y poder reírme de la situación, siempre recordando mi pasado. Y respetando al hombre o la mujer que vienen de la ciudad, buscando lo que nosotros tenemos. Sobre todo, se trata de conexión con la naturaleza, cierta paz, una comunidad que no está para aplastarse la cabeza mutuamente sino al contrario, para la ayuda mutua.
Una de las personas más agradable e inteligentes, Carlos, que llegó hace relativamente poco al pueblo se ha vuelto un gran amigo, aunque él insiste en llamarme maestro, dice que soy su guía espiritual. Siempre me gustó ayudar, y he buscado en multitud de libros alimentar mi curiosidad respecto a la vida. Además de estudiar, junto a sabios del pueblo, diversas terapias relacionadas con raíces, hierbas y ejercicios, para encontrar un bienestar físico y emocional.
Carlos se adaptó muy bien al pueblo, manteniendo una cierta distancia y mostrando respeto, pero ayudando cuando se lo necesita y dejándose ayudar cuando tiene algún problema. Hasta ahora durante varios meses se había mostrado muy alegre y participativo. Entre otras cosas pudo empezar un emprendimiento como apicultor donde le está yendo muy bien. Posiblemente se haya sentido afectado después de los incendios forestales que hubo cerca del pueblo antes de la llegada de la temporada de lluvia. Hay quien dice que simplemente necesita una novia. Una cosa que me gusta de él es que siempre anda subiendo el cerro, es como un ejercicio para él, que aprovecha para hacer sus meditaciones.
Al consultarle porqué estaba mal, me dijo que se sentía estancado en la vida. Quedamos en encontrarnos al día siguiente en el río, porque sentí que quizás podía hablar con él cosas que normalmente no puedo hablar con nadie. Durante la noche, pasó algo nada habitual, dormí mal y tuve pesadillas. Me levanté con la salida del sol y seguí mi rutina habitual, intentando relajarme y tener la máxima energía posible. La verdad es que no me sentía muy bien y estuve cerca de cancelar el encuentro, pero pensando en la confianza que tengo con Carlos no consideré que fuese un problema mayor.
Al llegar al punto de encuentro, cerca del puente lo esperé durante un breve lapso de tiempo, hasta que se hizo presente. Su presencia me despertó un buen sentimiento. Buscamos un lugar al que suelo ir siempre que me entran dudas y necesito meditar sobre ello. Unas rocas grandes, ideal para sentarse y ver el continuo fluir del rio. Tuve miedo de entrar por el camino que. quizás ha sido un poco una guía en mi vida, el mito del eterno retorno de Friedrich Nietzsche, algo que he temido y buscado en multitud de ocasiones la forma de contrastar. Borges habla de que, al volver a crearse un universo, la posibilidad de que sea exactamente igual siempre es imposible, porque existen una cantidad infinita de posibles cambios, el más mínimo cambio ya haría que todo fuese distinto. No termina de convencerme del todo esta idea, pero tiene su lógica. Al hablarlo con Carlos sentí cierta liberación, por compartirle básicamente mi miedo. Y creo haberlo ayudado, para que al menos no se sienta estancado, ya que ha habido muchos cambios en su vida y los habrá más.
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