Juego siniestro.
Jamás pensé en involucrarme, ni remotamente en un juego tan siniestro como lo es, la Ouija.
Sucedió de la manera más tonta, mi hermana me pidió que cuidara a mis sobrinos una noche que pensaba salir con su esposo y no podía dejarlos solos.
Mis sobrinos son mellizos y tienen ocho años, son unos niños muy inteligentes e inquietos, pero iba a cuidarlos y necesitaba distraerlos para que no hicieran ninguna diablura como solían hacerme cada vez que cuidaba de ellos.
Esa noche fui provista de juegos de mesa, tales como las cartas, el ludo, el dominó etc… y pensaba que con eso podríamos pasar una noche muy tranquila, qué equivocada estaba.
Ni bien se fueron sus padres, Yan y Jhon se dispusieron a hacer algunas diabluras como ser esconderse cada uno en un rincón de la casa y hacer que los buscara, en realidad eso no sería una diablura, pero es que mi hermana vive en una casa de tres pisos y me sentía perdida buscándolos por horas hasta que al fin los hallé y los senté junto a la mesa del comedor diciéndoles que jugaríamos a los juegos que había traído.
Al poco rato Yan me dijo que esos eran juegos de niños, que ellos tenían otro mucho mejor.
Sin darme cuenta Jhon fue a su habitación y volvió con una caja diciéndome que ese sí era un verdadero juego.
Mi asombro fue mayúsculo al comprobar que lo que ellos llamaban juego no era nada menos que un tablero de Ouija.
Les dije que eso no era un juego y menos para niños y que no imaginaba quién había sido el insensato que se los había dado.
Jhon me dijo que nadie se los había dado, que ni siquiera sus padres sabían que lo tenían, lo habían encontrado en la calle cuando iban a la escuela y al ver que no era de nadie lo trajeron a la casa sin saber qué era aquello.
Se sentaron alrededor de la mesa y sacaron dicho tablero, aquello no me gustaba nada, una amiga me había contado de lo macabro que era dicho juego y que era mejor ignorarlo.
Imposible sacárselo a esos chicos, cuando me di cuenta ya estaban con el tablero sobre la mesa y tratando de que la aguja que dicho juego tiene, se moviera en cuanto ellos le hicieran una pregunta.
No tuve la suficiente fuerza de voluntad como para hacer que se deshicieran del tablero y me vi sentada al medio de los dos hermanos, escuchando sus preguntas.
Yan fue el primero en preguntar y la pregunta me llamó la atención y más aún cuando comenzaron a aparecer las letras marcadas por la aguja, sin que nadie moviera sin siquiera un dedo.
La pregunta de Yan era sobre los antiguos inquilinos de la casa, corría la voz de que antes de que sus padres la hubieran comprado algo había sucedido con ellos, aunque nada concreto se decía, eran solamente rumores. Supuestamente los niños que allí vivían habían desaparecido misteriosamente y sus padres fueron hallados responsables y aún estaban presos.
Tan pálida estaba que Jhon me preguntó si quería acostarme un rato o beber algo ya que parecía a punto de desmayarme.
De pronto me di cuenta de que sin querer estaba escribiendo una a una las letras que marcaba el juego y cuál no fue mi sorpresa al leer lo que decían en su conjunto.
Somos Anabelle y Jonathan, queremos hablar con ustedes.
Les pregunté a los niños si conocían a esas personas, pero nadie sabía quiénes eran, entonces se me ocurrió preguntar al tablero y en seguida apareció la respuesta, me dijeron que eran los hijos desaparecidos de los inquilinos de la casa.
Cada vez más temerosa, les pregunté qué era lo que querían de nosotros.
Un silencio sepulcral para luego contestar que estaban atrapados en algún lugar que no sabían qué hacer y que sus padres no eran los culpables de su desaparición.
Pensé que mis sobrinos me estaban haciendo una broma y me enojé mucho con ellos, pero Yan estaba tan pálido que no supe qué creer.
Les dije que debíamos guardar ese juego y olvidarnos de todo aquello, pero de pronto vi a Sultán, el perro de la casa, acurrucado en un rincón tratando de esconderse, pero cuando le hablé me rugió de tal manera que me asustó.
Volví a preguntar al tablero si estaban en la habitación a lo que me respondieron que sí, justo al lado de Sultán.
Traté de reponerme, pero estaba cada vez más asustada y tiré el tablero al piso tratando de parar todo aquel macabro cuadro, pero todo fue peor, sombras siniestras comenzaron a revolotear por encima de nuestras cabezas y a volar papeles, eso fue terrible, los mellizos comenzaron a llorar y ya no supe qué hacer.
A todo esto, había pasado gran parte de la noche y mi hermana y su esposo estaban por llegar.
La puerta se abrió y supuse que eran ellos, pero mi asombro fue mayor al ver que las sombras salían para perderse en la noche.
Calmé a mis sobrinos y entre los tres ordenamos todo en la habitación, no quería que mi hermana se enterara de lo que habíamos hecho.
Antes de volver a guardar aquel tablero, Jhon volvió a hacerle una pregunta, quería saber si aún estaban con ellos o si se habían liberado al fin y su respuesta decía así…
Jamás nos iremos, estamos en nuestra casa, los que deben irse son ustedes, intrusos.
Aquello fue la gota que desbordó el vaso, tomé el tablero, lo llevé al fondo y lo quemé, fue lo último que recuerdo, entonces vi a mi hermana y a mi cuñado junto a mis sobrinos y en la puerta un patrullero que les preguntaban cuándo había sido la última vez que me habían visto.
Anabelle y Jonathan están conmigo, tratamos de liberarnos, pero fuerzas extrañas no nos permiten abandonar la casa.
Imposible volver, ahora cuido a mis sobrinos sin que ellos lo sepan, quizá algún día cuando alguien más nos invoque con una nueva Ouija. ¿Quién sabe?
Omenia
24/8/2023
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