Por accidente emergemos del océano,
Bailando, como el espiral de un reloj,
Erráticos y ensoñados:
Para llorar un instante
(Instante prolongado por la ilusión de la historia y el oráculo),
O para trepar y atrapar el tiempo,
Y rompernos en cenizas
Que al morir
Son arrojadas (o devueltas)
Al vacío eterno del mar.

Sin embargo, del sueño no despierto con ronquidos,
Es cotidiano el espejismo severo y primordial,
Y los pasos, las raíces, discontinuos.

Los ecos de la flauta no los arranca el viento,
El latido, tambor misterioso del camino,
No es oído cuando el aro metálico de la jaula
Nos teje la cabeza.

¿Arder como un cigarro
O perdurar como un témpano?
¿Qué desenlace (al que nos enlazamos) vence el nudo?
¿El desnudo o el ropaje?

De puntillas busco ver la respuesta por encima de la suerte
Y esta crisis quema o congela
El vibrante intermedio entre el cielo y la tierra.

¿Ser nómada o emperador?
¿Proyectar la sombra o mirar al sol?
De un barril se escapa el vino
Y la embriaguez consume el tejido
Y las babas del diablo caen como rocío
Y en el verde del alma sobrevolé los suspiros.