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Yo no sabía lo que era una premonición, hasta que pude experimentarla, y debo decir que ésta, me marcó para siempre.

Una tarde apacible, en mi día de descanso, paseaba por el jardín, y por alguna extraña razón me sobresaltó una sensación clara, nítida, de la muerte inminente de un viejo amigo, compañero de andanzas. No se me representó el momento ni la causa del deceso, pero fue tan fuerte la sensación que me sentí conmovido.

No creía en esas cosas, ni tampoco pensaba que ese tipo de acontecimientos pudieran ocurrirme a mí, pero esa sensación me provocó tal desasosiego que decidí advertir a mi amigo de lo que me había pasado.

Pero ¿qué le podría decir? Era impensable contarle lo de mi premonición porque seguramente lo tomaría a mal, no lo entendería, y, además, si las premoniciones son avisos reales de algo que va a pasar, es inútil intentar cambiar esa realidad ya que sería algo que ocurriría inevitablemente.

No obstante, hasta el día de hoy me reprocho no haberle advertido de ese hecho. Mi amigo falleció a los pocos días en un accidente automovilístico.

Lo realmente traumático fue que cada tanto reaparecía esa sensación extraña y mortificante, con el agravante de que, en alguna ocasión, se me representaba la fecha que iba a ocurrir el suceso.

Preferí ignorar estas cosas y no darle más importancia de la que puede tener un mal sueño.
Y realmente pude superar esa situación. Resolví olvidar fechas y acontecimientos, si esto fuera posible, sin tratar de confirmar nada de lo que mi mente presentía.

Todo esto fue posible por un tiempo.

Hasta que sucedió algo impensable: la premonición de la fecha de mi propia muerte.

Ante este sombrío presagio, y frente al terror y desconcierto que me había provocado, decidí verificar si todos los sucesos anteriores, que habían sido ignoradas por mí, se habían complido. Era la mejor manera de desterrar esas tonterías sin fundamento.

No obstante, todos y cada uno, habían ocurrido tal como se habían representado en mi mente.

Yo estaba en muy buen estado de salud, los controles anuales no reportaban ningún problema a atender. Mis médicos me felicitaban por mis análisis de sangre y orina, así que me tranquilizaban en ese aspecto.

Pero claro, no se muere solamente por una enfermedad como le pasó a mi amigo de la infancia.

¿Y entonces, qué debería hacer? Porque en el tiempo que me quedaba, o bien podía desarrollar una enfermedad terminal, sufrir algún infarto o tener un accidente.

Resolví que, si esa fecha era inamovible, no tendría que preocuparme, ya que hiciera lo que hiciese, no cambiaría mi destino. Visto de esta manera, representaba una gran ventaja, me daría la libertad de vivir intensamente, sin límites, puesto que tenía determinada cantidad de años de vida asegurados.

Hasta aquí la historia que me contó mi padre, como pudo, en los pocos momentos de lucidez que tenía antes de entrar en coma. Y me pidió, en esos momentos, que lo escribiera en primera persona ya que él no podía.

Según su premonición aún le quedan varios años de “vida”.

Texto agregado el 21-08-2023, y leído por 170 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-08-2023 Los amigos de la infancia, se van junto a nosotros , los tiempos son las determinación. Aquí mis cinco Pentagramas_5_ Juan_Poeta
 
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