La galería de arte.
No son muchas las personas que hoy en día, visitan una galería de arte, lo digo por mí misma, siempre encuentro un pretexto y van pasando los días, los meses y hasta los años y cuando al fin me decido a hacerlo, resulta que aquellos cuadros hermosos que siempre quise volver a ver, ya los habían devuelto a sus respectivos países porque esos países los habían prestado solamente por un tiempo y por supuesto hacía mucho tiempo que los habían devuelto y en su lugar estaban otros.
El domingo es el día elegido por las familias, sobre todo en invierno, para visitar un buen museo o una galería de arte y si esa familia tiene hijos, mejor aún. El día era propicio.
Y así fue que me decidí al fin y me dirigí hacia aquella galería de arte, la misma que había ido ya no recuerdo cuántos años hacía de eso, pero mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que estaba cerrada y con un enorme cartel en el que se leía lo siguiente… Cerrado por reformas hasta nuevo aviso.
Qué desilusión!!! Luego de tanto tiempo y cuando voy, no puedo entrar, parecía de locos.
La tarde, a pesar de estar muy fría estaba iluminada por un enorme y hermoso sol y no sentí deseos de volver a mi casa.
Como casi siempre, mis paseos eran en soledad, difícilmente me acompañaba alguien, no suelo tener muchas amigas o amigos, no porque no quiera sino porque… en realidad no lo sé, quizá se deba al trabajo o a que me agrada la soledad. No lo sé. Decidí caminar, Pocitos es un agradable lugar, y estaba muy cerca de la playa que, aunque soplaba el viento, la rambla debido al sol resplandeciente, estaba llena de gente. Unos con sus familias, en bicicleta, otros llevaban a sus hijos a jugar en la arena, otros patinando, en fin, las posibilidades eran muchas, la juventud se reunía para cantar, tocar la guitarra o simplemente charlar, los novios se besaban sin pudor y todo aquello era hermoso.
Perdí la noción del tiempo y cuando me di cuenta me encontraba tan lejos de donde había dejado estacionada la camioneta que tuve que volver a toda prisa, para todo hay un horario y debía sí o sí retirarla del estacionamiento.
Llegué a tiempo y al subir, como digo, era un día de locos, la bendita camioneta no quiso arrancar, ya me estaba desesperando cuando un elegante señor vino en mi auxilio.
Me preguntó si había llamado al Automóvil Club y le contesté que lo había olvidado por completo.
El hombre tomó su celular y llamó pasándome el teléfono para que diera los datos de la camioneta y los míos.
Era tan elegante dicha persona que no pude menos que fijarme lo bien vestido que iba sin darme cuenta de que él sonreía al ver que yo lo observaba.
Le di las gracias y le dije que no era necesario que se quedara a esperar conmigo a lo que me respondió que dos horas era mucho tiempo para estar esperando sola a que llegara el auxilio.
Me invitó a un café y acepté de buena gana, me caía simpático aquél hombre y fuimos a pocas cuadras del estacionamiento a tomar un café.
Antes de las dos horas le dije que debería regresar, el auxilio no iba a esperarme a lo que me respondió que me dejaría en dicho estacionamiento porque a él también se le estaba haciendo tarde y debía marcharse, le agradecí nos despedimos y lo vi marcharse.
Al entrar no vi mi camioneta, el empleado me dijo que los del auxilio se la habían llevado.
Comencé a preocuparme, no tenía la menor idea de quién o quiénes eran los que se llevaron mi camioneta y el cuidador me sugirió que hiciera la denuncia, eso pasaba muy seguido y curiosamente casi siempre aparecía como salvador un elegante ejemplar de hombre que se ofrecía a ayudar.
Mi cabeza estaba a punto de explotar, me sentí la persona más idiota del mundo. ¿Cómo pude caer en un cuento así? Al poco rato estaba la policía junto a mí, tomándome los datos y diciéndome que mejor hablara con el seguro, los ladrones ya estarían muy lejos y la camioneta pintada y con matrícula nueva.
Sentía tanta furia que me dije a mi misma que eso no iba a quedar así, les conté del hombre que me había ayudado, supuestamente y ellos me dijeron que desde hacía algunos meses lo buscaban, pero era muy inteligente y siempre elegía a personas crédulas, como yo y luego de robarles cambiaba su apariencia de tal manera que jamás lo reconocería.
Les dije que no pensaba quedarme así y al domingo siguiente volví al mismo lugar y busqué al maldito hombre, sabía que debido a lo bien que le estaba yendo en su sucio negocio, no dudaría en volver a hacerlo.
Le pedí a una amiga luego de contarle lo sucedido, que me acompañara, a ella le encantó la idea, subimos a su flamante Audi y disfrazadas, las dos, estábamos irreconocibles, dejamos el auto en un estacionamiento cercano al anterior y decidimos seguir con nuestro plan.
Mi amiga es una mujer de mundo, viaja constantemente y está al tanto de tantas cosas que da gusto salir y conversar con ella, hicimos el mismo recorrido que yo había hecho y cuando nos pareció que era el momento correcto volvimos, al llegar al estacionamiento mi amiga se puso a llorar diciendo que su marido la iba a matar, que no podía hacer arrancar el auto y que no recordaba siquiera si tenía el número del auxilio, yo por mi parte trataba de consolarla diciéndole que llamara a su marido, cosa que no aceptó, había salido con su auto y era casi nuevo, la mataría si supiera que no tomó el suyo propio.
De pronto se nos acercó un hombre de apariencia mayor, con bigotes y barba, pero que gracias al anillo que llevaba en su mano, reconocí como el mismo que me invitó con un café mientras sus secuaces robaban mi camioneta, se lo dije a mi amiga y seguimos con el teatro, el hombre le dijo lo mismo que me había dicho a mí y mientras ellos charlaban, en el mismo café aproveche para, con la excusa de ir al baño, llamar a la policía y hablar con el mismo policía que me ayudara a mí el domingo anterior.
A los pocos minutos dicho policía junto a otro oficial se encontraba en el estacionamiento cuando llegó el auxilio, no es necesario que les cuente todo lo que siguió después, los ladrones fueron encarcelados y el elegante anciano no tuvo más remedio que sacarse el bigote y la barba…
Mi camioneta nunca apareció, pero tuve la satisfacción de haber ayudado a la policía con unos delincuentes que por un tiempo estarían encerrados.
Invité a mi amiga y a su esposo, que estaba al tanto de todo, a cenar a mi casa, soy buena cocinera, a la noche aparecieron con un amigo y quizá cuando la galería vuelva a abrir, ya no tenga que ir sola.
Omenia
19/8/2023
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