El verbo leer, como el verbo amar,
no soporta imperativos. J.L. Borges
Quiero comenzar a escribir para los que no leen,
en esa lectura crítica que nunca me va a criticar,
en previsible exégesis, en el superlativo adjetivo:
maravilloso, formidable, inmejorable e inigualable,
esa sincera confesión que nunca nos decepciona.
Quiero empezar a escribir para los de futura respuesta,
rendido a sus desesperanzados puntos suspensivos,
en ese silencio que nunca escucha ni su propio eco,
un después que se pierde en el más calculado olvidó,
la reticencia de un instante de duda siempre postergado.
Voy a iniciar mi escritura para los que se sinceran,
en inteligible respuesta, en abstracta hermenéutica,
en la más locuaz, indiscutible retórica interpretativa,
en la excelsa palabra de un diccionario olvidado,
entre sus cultismos, arcaísmos y los demás -ismos.
Voy a redactar las próximas líneas para mí mismo,
convencido de que a mí yo nunca me podré engañar,
en la garantía de la más gratificante lectura previsible,
aunque algo me dice que debería dudar de mi crítica,
desengañado ante tanta respuesta no respondida.
Voy a ser mi propio censor, mi más feroz intérprete,
aprenderé de todos mis prudentes y sabios consejos,
aprenderé siempre a cuestionar mi voz de la experiencia,
no dar razón a mi razón cuando mi juicio no baste
y leer en todas las entrelíneas: las silentes, las sonoras.
JIJCL. 19 de agosto de 2023.
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