Por andar leyendo y criticando historias ajenas, no pudo escribir la suya. Por más que quería hacerse ver, nadie lo vio. Tan sólo era un fantasma que ni siquiera asustaba. Hasta su perro lo mordió por mentiroso. Desde ese día cambió su can por un cerdo. A los pocos días el cerdo lo abandonó. Decía trabajar en una editorial, pero con qué tiempo, pues se la pasaba todo el día en el chat de planeta azul. Nunca dejó una huella profunda. Hoy las campanas doblaron por él. Pero nadie lo llevó donde el padre Ortiz, para que le diera el último adiós. Todos cantaban en la calle: "Ese muerto no lo cargo yo, que lo cargue quién lo engendró". En vida siempre olió mal, en el infierno, el diablo no quiso abrirle la puerta y no le quedó más remedio que andar como alma en pena. Sí ven un fantasma con una pluma de ganso, échenle agua hirviendo y cantele el requiem de los muertos, a ver sí se queda quieto, no le de pena. Él fue un arrastrado que se comía tu sopa de letras, tus galletas y tu chocolate. Aún así decía:
-Que mal saben?
Luego se comía el pollo y el chorizo, si era un chorizo colombiano, le gustaba tenerlo mucho tiempo en la boca y luego chuparlo, después suspiraba como adolescente enamorado.

Pedro Moreno Mora