Nadie se sorprendió cuando Alberto Peres eligió la carrera de periodismo y Relaciones intenacionales . La escritura y la sociedad lo atraían y eso se notó desde que pudo escribir las primeras frases en su cuadernos donde relataba escenas cotidianas con cierto enfoque natural de ironía y crítica.
¡Tan chiquito y tanta profundidad de pensamiento!
Alberto Peres entrevistaba, comentaba y publicaba sin interrupción… ,toda noticia se convertía en una denuncia, un análisis,un haz de luz enfocado en una realidad que otros no captaban. Con el diploma bajo el brazo no tuvo problemas en ser asumido por los mejores cotidianos locales y del exterior.
Su nombre era conocido, su columna semanal exitosa pero con los años, a medida que avanzaba en su carrera se fue dando cuenta de que tenía que ocuparse diariamente de acontecimientos que le repugnaban; el soborno en política y en privado, el engaño y el crimen era el humus de los acontecimientos que ocupaban las primeras páginas de los diarios.
Decidió cambiar su profesión después del servicio sobre lo acontecido a una joven de dieciséis años que había concurrido engañada a una fiesta de famosos. Allí sufrió violencia sexual, fue inducida a la droga manipulada por hombres que en sus discursos político hablaban de virtud, moral y legalidad.
Alberto Peres renunció al periodismo y empezó a escribir cuentos para niños. Las aventuras de sus personajes eran de una candidez y ternura conmovedoras; los lobos no eran feroces,las caperucitas no desobedecían, no existía un Barba Azul que mataba en serie a sus esposas, la bruja no se preparaba para comer a los niños encerrados en la jaula, Pulgarcito no había sido abandonado por sus padres, ni Pinocho mentía.
Ilustradas artísticamente, sus ingenuas historias salieron a la venta magníficamente ilustradas y acompañadas por una persuasiva campaña de publicidad. La fama del nombre Alberto Peres era garantía de éxito.
A la quinta entrega del libro de la colección prevista para veinticuatro libros,la venta se interrumpió por falta de mercado.
“La felicidad no vende”, pensó Alberto y,tuvo que admitir que hasta el público infantil espera de la lectura de un libro la intriga, la superchería la maldad y el crimen.
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