Primero tomó la pistola, la llevó hasta su sien. Cuando todos pensábamos que rompería el silencio de la noche con un solo disparo, se arrepintió. La retiró de su sien y la guardó en uno de los cajones del armario. De otro cajón sacó una pluma de oro que le había regalado su padre. Luego la llevó hacia su corazón, la retiró rápido hacia el frente, respiró profundamente, parecía que se autoeliminaria con ella. Transcurrió un minuto que pareció eterno. Enseguida sacó un block en blanco y ahí se mató con la pluma, la ventaja es que al otro día resucitó. Desde aquel entonces se mataba a diario y renacía más fortalecido. Cansado de tantas muertes y resurrecciones, guardó la pluma en el último cajón del escritorio y se mató con la pistola. Enterrar la pluma en su corazón, no era justo. Con esa misma pluma, otro escribirá su historia.

Pedro Moreno Mora