En los tiempos de esta historia el pueblo donde se desarrollaron los hechos se encontraba sumido en una oscura y perturbadora realidad. Venezuela, un país conocido por sus imponentes paisajes y la riqueza petrolera, había caído en una sombra que amenazaba con devorar su esencia.
En un tiempo donde la desesperanza era el pan nuestro de cada día, aparecían con frecuencia entes que se convertían en una sombra acechante que se colaba por las ventanas y se anidaba en lo más profundo de los corazones.
Todos en el pueblo recuerdan a una mujer en el pueblo de Guarenas, cuya característica principal era el terror que causaba a todos aquellos que se atrevían a cruzar su camino. Su apariencia física era tan desoladora como su alma misma, su belleza era tan perversa que se volvía pesadilla para aquellos valientes que se atrevían a mirarla directamente a los ojos. Sus rasgos faciales eran tan caricaturescos que resultaba difícil recordarla sin sentir un escalofrío recorrer el cuerpo. Una nariz redonda, desproporcionada se alzaba sobre sus labios gruesos y resecos, y al reír solo podía esgrimir una sonrisa siniestra. Pero lo más espeluznante sin lugar a dudas eran sus amarillentos dientes, afilados como cuchillas y que daban la impresión de poder perforar cualquier cosa que se interpusiera en su camino.
Esta mujer, cuyo nombre apenas se susurraba en los oscuros rincones del pueblo, Tibisay practicaba un inusual tipo de brujería, que hasta los practicantes más experimentados en este arte temían si quiera mencionar. Los rumores hablaban de hechizos, conjuros y pactos oscuros sellados con el mismísimo Satanás. Desde los confines de su humilde ranchito, contrariaba a los habitantes de Guarenas con su maldad inconmovible.
La historia que traigo ante ustedes ocurrió en 1996, cuando la magia maligna de esta mujer alcanzó su punto máximo. El terror se apoderó de las calles de este pequeño pueblo venezolano, asolado por eventos sobrenaturales tan macabros como inexplicables. Las voces del miedo resonaban entre los susurros de quienes habían sido testigos, advirtiendo a otros de esta criatura infernal.
Si en lo más recóndito del alma de aquella bruja existía algo de luz, Aquella noche fue borrada definitivamente, una noche asolada por la luna llena, los lugareños cuentan que del mismo viento se oían susurros inquietantes que erizaban los pelos. Con su rostro trocado y sus ojos inyectados en sangre, aquella mujer emanaba un aura de maldad tan intensa que incluso el mismísimo diablo hubiera temblado a su lado.
Dice la leyenda urbana, que el sacrificio de animales, cuyas almas puras y nobles dotan de gran energía, combinados con conjuros horribles que no me atrevo a repetir le confirieron poderes oscuros, entregándole la capacidad de Sobrevivir ante daños terrestres, por más crueles y malvados que estos puedan llegar a ser, pero el precio a pagar seria sembrar el terror en aquel pequeño rincón del mundo.
Quizás obra de seres oscuros, y siniestros, enemigos de esta nefasta mujer, que en tiempo pasado se habían enfrentado a ella, y habían salido heridos lograron introducir en este pueblo, dominio de Tibisay, a unos jóvenes mimados, hijos consentidos de una sociedad decadente que había perdido de vista la verdadera esencia del bien. En su arrogancia e ignorancia, decidieron que ellos serían los jueces y verdugos de aquel ser abominable que había osado perturbar su ordenada existencia. Con una maldad nunca antes sentida en sus corazones acecharon a la bruja en las calles empedradas del pueblo maldito. Armados con piedras y palos, se prepararon para mostrar su poder y enseñarle una lección a esa oscuridad tangible que se había animado a cruzar sus caminos. Vociferando insultos y risas despiadadas, cada paso que daban hacia la bruja era un eco aterrador de su crueldad innata. La noche se volvió testigo de una danza macabra entre el bien y el mal. Los jóvenes envueltos en su propia oscuridad se abalanzaron sobre su víctima con una ferocidad que solo el odio y la ignorancia pueden alimentar. Golpes brutales llovían sin piedad sobre el frágil cuerpo de la bruja, cada uno cargado de la satisfacción retorcida de haber encontrado un enemigo al que podían aplastar sin consecuencias. Cuando uno de los jóvenes vio a esta mujer indefensa tirada en el suelo, indefensa, sintió en lo más profundo de su alma, el punzón de la maldad; perdonen no narrar estos hechos con detalles, el punto es que fue brutalmente abusada hasta el cansancio por los chicos dejando la semilla, quien sabe de cuál de los chicos. Pero el pueblo tenía sus propios secretos, sus propios pactos con las fuerzas sobrenaturales que gobiernan el universo. Y cuando uno se atreve a desafiar a la oscuridad, corre el riesgo de despertar un poder aún mayor. En un instante, cuando el último golpe cayó sobre la bruja, una ola de energía arrolladora se desató, envolviendo a los agresores en un torbellino de miedo y pesadillas. Lamentos y gritos de terror llenaron el aire, dejando en claro que la maldad de aquella mujer había reclamado su lugar. Aquellos jóvenes mimados, que alguna vez se creyeron dueños del destino, habían despertado una rabia ancestral, avivando las llamas de la venganza más oscura. El pueblo se sumió en el silencio después de aquel fatídico episodio, las calles vacías y las casas susurraban sus miedos más profundos. La bruja, aunque malherida, no había sido destruida. Ahora se ocultaba en las sombras, paciente y vengativa, esperando el momento adecuado para regresar y reclamar su propia justicia.
|