La Paradoja del 13: Un Viaje entre Realidades
De acuerdo con las perspicaces observaciones de Hugh Prather, la ansiedad que arraiga en la vida surge de un desequilibrio entre lo que somos y lo que creemos que deberíamos ser. Sin embargo, en este caso, la paradoja tomó una forma única y desconcertante.
La ansiedad, esa inquieta compañera, a veces nos impulsa a realizar actos desesperados, como pulsar repetidamente el botón del piso 13 en el antiguo edificio de la Avenida cuyo nombre se ha desvanecido en la memoria colectiva.
La leyenda urbana se enraizó profundamente, insinuando que el conserje mismo evitaba el susodicho piso como si fuera un rincón oscuro de su mente. Pero, ¿cuál era el misterio que lo rodeaba? ¿Qué significaba verdaderamente ese piso que tenía un poder sobre la imaginación de todos?
Se decía que en el piso 13 la realidad podía transmutarse, los sueños de los inquilinos adquirían corporeidad y forma. Esta enigmática narración, sin embargo, encontraba su origen en la voz del conserje, cuya cordura se había desvanecido en las brumas del manicomio de la ciudad.
Dentro del enigmático edificio, el ascensor "A" desafiaba audazmente la velocidad impuesta por el ascensor "B", generando un pulso de competencia vertical. Este último, curiosamente, tejía un vínculo misterioso con el piso 13, donde su pausa momentánea confería un aura de suspenso antes de proseguir su trayectoria ascendente. Como si fuera un instante de conexión con un mundo desconocido, el piso 13 se convertía en un testigo fugaz de este ballet metálico en movimiento.
Los habitantes del edificio tenían su propia singularidad, cada uno llevaba consigo una historia y una cicatriz emocional. Entre ellos, destacaba una mujer sin piernas, un hombre ciego que veía más allá de la superficie y una anciana cargada de melancolía constante. Estas peculiaridades alimentaban las murmuraciones de los vecinos, que tejían historias especulativas en los pasillos y escaleras.
Entonces, una joven universitaria traspasó las puertas de ese edificio, estableciendo su hogar en el departamento 6 del enigmático piso 13. Sus nerviosidades la llevaban a encender un cigarrillo tras otro, un hábito compartido por muchos mortales en busca de calma. Meses pasaron en este nuevo entorno, hasta que una noche, su rutina se vio trastocada por un olvido banal. Volvió al ascensor, donde el ciego y la mujer deprimida aguardaban. La perspectiva de ascender 13 pisos en su compañía no resultaba gratificante, así que optó por el ascensor "B".
La elección pareció darle la bienvenida a una serie de sucesos inexplicables. El ascensor parecía reacio a responder, y al repetir la presión del botón 13, algo cambió. Acompañada de la angustia palpable, encendió otro cigarrillo, y la ascensión comenzó. La atmósfera se cargó de pesadez y dolor, como si la misma realidad se distorsionara.
Las puertas se abrieron en un piso que parecía familiar, pero al mismo tiempo ajeno. La humedad y el frío se aferraban a cada rincón, mientras formas blancas, evocadoras de huesos humanos, emergían de las paredes. El aura de tristeza era palpable y las teorías que estudió en la universidad sobre mundos paralelos y cuerdas vibraban en su mente. Se debatía entre el miedo y la sospecha de estar perdiendo la cordura.
Su intento de regresar a la planta baja la sumió en un laberinto de pasillos oscuros. La ansiedad la impulsaba a correr, pero el entorno se transformaba a su alrededor. Las luces cedieron ante la neblina y el aroma a azufre, entonces lo vio: el mismísimo Satanás. Una oferta, trece cigarrillos y una eternidad a su lado. La elección era suya, aunque con una marca eterna.
Despertó en su rutina diaria, pero ahora carga consigo una mochila de oxígeno, un peso tangible que la ancla en la realidad que eligió. El piso 13, esa paradoja entre mundos y deseos, se convirtió en el lugar donde la decisión y la realidad colisionan, donde las elecciones tienen consecuencias más allá de lo imaginable.
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