Soy un Quijote ciego, desafiando molinos gigantes de viento, y este amor que se resiste a florecer pleno y lento. Como aquel caballero errante, buscando sin cesar, a su amada Dulcinea, en un mundo por explorar.
Pero aquí estás, en este bar, como ella en su esencia, y entre la multitud, no pude hallar tu presencia.
Como el Quijote en su lucha interna, enfrentando su adversario, quien es él mismo, en un duelo oscuro y solitario.
Y enredado en mi propio torbellino, no pude discernir, entre el amor que anhelo y la soledad que me hace sufrir. Como el Quijote enfrentando su final, en tristeza y desamparo, por un amor eterno que parece quedar en el rincón apartado.
Pero en esta historia también hay espacio para el cambio, un Quijote que, a pesar de todo, sigue adelante, sin miedo al desengaño. Puede ser que mi Dulcinea sea distinta a lo que pensé, y el amor quizás florezca de formas que aún no entiendo.
Como el Quijote, aprenderé a ver más allá de lo aparente, a encontrar la belleza en cada desafío y en cada presente. Y en mi camino, tal vez, encuentre el amor que ansío, transformando mi historia en un final feliz y digno.
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