Letras para Armanda
Armanda emergió desde su universo de papel en medio de grandes tribulaciones. Harry supo que su determinación era incontrarrestable y probablemente no la volvería a ver.
Desde el momento en que se encontraron, atisbó que estaban destinados a vincularse de forma provisoria e incluso ilusoriamente.
Ella estaba hecha de sueños, de anhelos insatisfechos y los mundos de ambos estaban orientados hacia la disolución y recreación azarosa.
"Harry, te agradezco la compañía, pero tú sabes que pertenezco a otro mundo, que mi morada no puede ser ésta, dónde tus letras me han dado vida".
"Temo que mi nombre se pierda en viejos anaqueles y bibliotecas. Puede que mi corazón sea atravesado por gusanos de la seda o carcomido por roedores y no quiero ello para mí. Mi piel ahora mismo está comenzando a ser colonizada por microorganismos fantasmales que harán de mí un vergel para ellos hasta que no quede vestigio de mi misma. Arrinconada en un sucio desván, mis historias me confunden y me provocan pánico".
Armanda comenzó a dejar el libro en el que se encontraba. Emergía con dificultad. "Has creado una trama tan enrevesada que me cuesta salir Harry querido. Parece un nudo gordiano, pero ya encuentro la salida", dijo sonriendo.
Harry la observaba desde una mecedora. Ella mascullaba sus frases sin mirarlo a los ojos. "Tus ojos negros me dan miedo ahora, Darling"-dijo tratando de ser cordial.
Ella sollozaba, parecía no estar segura de lo que hacía, pero rehusaba retornar a las páginas y ser parte de la historia que Harry le proponía.
"No quiero que lo tomes a mal querido Harry. Te mereces algo mejor que esto"- le dijo ahora entre llantos cada vez más profundos.
Él la observaba con desazón, pero sin darle mayores señales de lo que pensaba en realidad.
Varias páginas volaron por los aires desgarradas de manera brutal por la embestida de Amanda por zafarse del lugar en el que se encontraba.
Pequeños trozos de papel se dispersaron por la habitación, remecida por un ventarrón que amenazaba con eliminar todo vestigio del trabajo.
La fuerza para desprenderse del papel era inconmensurable y le generaba un agobio brutal a Armanda, quien por momentos parecía desfallecer. En algunos instantes dudó que conseguiría su propósito. Sentía tirones que la retenían, presa de fuerzas nucleares intensas que la arrinconaban.
Su trabajo le parecía titánico. Era similar a subir una cuesta vertical sin aparejos, cuerdas ni arneses o tan alocado como arrojarse desde una gran altura creyendo que llegará indemne a la superficie. No sabía si saldría entera de esta empresa, pero si de algo estaba segura es que se iría con un vacío en su ser.
"Harry, mi vida, espero que entiendas que más allá de lo que somos, tengo una vida allá afuera. Me perdonarás. Di algo por favor"- repetía una y otra vez, pero Harry no la podía comprender y observaba todo como si fuera un mal sueño tratando de despertar para retomar su trabajo.
"Sé que esto debía terminar en un final feliz, pero no podemos controlar todas las claves. Entiendes, siento el llamado y no queriendo debo acudir a ese lugar".
Harry observó cómo su amada crecía de manera descomunal y se levantaba desde las mismas páginas dejando al manuscrito destruido.
"Este ha sido mi cuna, mi huevo primordial, mi crisálida, pero debo seguir los pasos de mi propia razón. Sé que no me seguirás"-dijo ella con una rodilla sobre el suelo tratando de equilibrarse antes de erguirse.
Harry, desde el otro lado, observó sus formas. Era una bella mujer. Tenía curvas armoniosas y una manera púber de hablar que expresaba siempre una duda entre sus labios carnosos. Su tierna mirada de miel ya no se dirigía a los negros ojos de Harry.
"Nunca te dije Harry, pero te he querido a mi manera; nunca dudes de ello", afirmó en un momento, clavando su mirada en la ventana por donde entraba el chiflón.
Sus largas piernas titubearon un momento, pero tras unos segundos ya estaba erecta y dispuesta a salir por el vano. Harry observaba todo en calma. Pensaba que ella no debía haber llegado tan lejos, pero era necesario que volviera adónde pertenecía.
"Me he sentido de maravillas Harry", le dijo volviendo la mirada atrás. No miró a Harry, solo quiso cerciorarse que no la seguía. Mientras más hablaba, más lágrimas emanaban de sus ojos de miel y esperaba que Harry El Impasible hiciera lo mismo.
"¿Quieres que vuelva al libro que me restituya y nos reencontremos una vez más? ¿Quieres eso en verdad? “..
"Algún día volveremos a estar juntos, ahora vete, no pierdas tu tiempo conmigo"- fue lo único que dijo Harry.
"Sí, Harry, de estos jirones de papel haremos una gran historia en el futuro. Reescribiremos todo lo que hemos sido y ya no estarán aquellos. ¡Viviremos en otra burbuja, pues ésta ya ha sido perforada, intervenida y en cualquier momento será invadida por viejos dragones y lagartijas!!!!".
"Júrame Harry, que la próxima historia será con final feliz, como en los cuentos de hadas". Su compañero se reclinó sobre el escritorio y comenzó a escribir una nueva historia donde Amanda y Harry no se separarían. Amanda tomó los papeles de su propio libro y los metió en una bolsa.
"Hay muchos momentos nuestros que quiero releer y que volveré a disfrutar con gusto. Espero que todos esos recuerdos estén entre estos manojos que llevo conmigo", le dijo colmada de lágrimas.
Armanda, salió y brincó como nunca pensó que podría hacerlo. Se movía con la agilidad de las lagartijas y seres terrestres. Tras cruzar el umbral se quedó un tiempo gozando del sol que calentaba su cuerpo. Estiró su largo y hermoso cuello hacia el sol y se alejó junto a otros reptiles que parecían seguir sus pasos.
Antes de emprender su camino, miró hacia atrás con nostalgia y tras la ventana que se cerraba pudo atisbar la delgada figura de Harry, quien la observaba con indulgencia.
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