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Al otro lado del puente.

El puentecito de la ciudad estaba completamente alumbrado y adornado aún con adornos de Navidad a pesar de que ya casi estaba por llegar el Año Nuevo y la Navidad había pasado.
De un extremo al otro, el puente se veía iluminado con luces intermitentes de todos los colores, era agradable atravesarlo, además de seguro. Agnes lo hacía cada día, menos los domingos, porque ese día era el único que no trabajaba y no tenía necesidad de ir al otro lado, como solía decir.
Agnes era una mujer joven aún que vivía sola con su gato en un pequeño, pero agradable apartamento, a sus treinta y cinco años, aún no había conocido el amor, sus amigas le decían que justamente los domingos tendría que salir, como lo hacían ellas, divertirse y conocer gente nueva, no sólo de trabajo se debe vivir, pero a ella parecía no interesarle nuevas amistades, se sentía a gusto con las que tenía que en realidad eran sus compañeras y compañeros de trabajo.
Una joven arquitecta que se dedicaba íntegramente a sus proyectos no tendría que tener tiempo para otras cosas, aunque eso en realidad no era cierto, sólo lo pensaba así debido a su timidez, por tal motivo su mejor amiga, Delfina la había invitado a salir esa tarde, un domingo que no tendría que ir a trabajar, la casa de Delfina quedaba justamente del otro lado del puente y hacia allí se dirigía.
Sin saber por qué ese día se sentía más nostálgica que nunca y casi estuvo a punto de llamar a su amiga y decirle que prefería quedarse en su casa, pero luego pensó que la estaban esperando y no era justo que su amiga perdiera el tiempo luego de haber planificado un paseo con ella.
Se arregló, se peinó, trató de lucir elegante, lo tenía todo, pero difícilmente lo hiciera, se había acostumbrado a la soledad y pensaba que arreglarse para ella misma, no valía la pena.
Pocos minutos se tardaba en atravesar el puente, el mismo que cruzara cada día para llegar a su oficina, pero esta vez, se sentía diferente, había decidido hacer algo con su vida y la propuesta de su amiga le pareció correcta y quiso llegar cuanto antes al otro lado del puente y ver qué le tenía preparado el destino con aquel paseo.
Delfina la estaba esperando con alegría, quería mucho a su amiga y colega y por tal motivo cuando aceptó la invitación se propuso hacerle pasar un día completamente distinto he invitó a varios amigos y amigas a su casa para alegrarle un poco la vida.
Agnes no imaginaba esto, ella pensaba que irían a pasear, pero le agradó la idea, por un domingo no lo pasaría sola, se sentía feliz.
La reunión se prolongó hasta la noche entre música, baile y tragos y aunque muchos de los presentes quisieron llevarla en coche a su casa ella prefirió caminar, al fin que eran pocos minutos, simplemente tenía que cruzar el puente y aquellos días estaba tan iluminado que no era peligroso.
Delfina la acompaño hasta el puente, apenas dos cuadras de su casa y desde allí a su apartamento era muy corto el camino.
Mucha gente cruzaba el puente a esa hora, personas que como ella vivían del otro lado, pero ese día parecía estar desierto, no había nadie ella era la única persona sobre él y esto la asustó un poco, aunque pensaba que era muy corta la distancia para sentir miedo y apresuró el paso hasta llegar al otro lado donde un hombre estaba sentado muy triste sobre el puente, parecía no verla y su semblante era…, ni ella misma sabía cómo definirlo, no tuvo miedo, al contrario, sintió mucha pena por aquel individuo que estaba tan solo en una noche tan fría como lo era aquella.
Al llegar a su lado sintió el sufrimiento de aquella persona como suyo propio y a pesar de ser muy inteligente y saber que jamás debería acercarse a alguien sin saber siquiera quién era, lo hizo, la atracción fue más fuerte que ella. El hombre no parecía un pordiosero y esto la animó.
La soledad que podía ver en el rostro de aquél hombre le hizo pensar en la suya y al llegar a su lado, le preguntó si estaba bien porque parecía que no era así y si podía ayudarlo en algo.
El hombre que ni la había visto llegar, levantó la vista y sus ojos y los de ella se encontraron, para Agnes fue una experiencia nueva, jamás había hecho algo así, parecía que lo conocía de mucho tiempo y aunque sabía que no era cierto, aquella idea no se apartaba de su mente.
Solo unos minutos bastaron para que los dos estuvieran caminando juntos, él le agradecía su bondad al haberse acercado a un hombre que desconocía aún a riesgo de su propia vida simplemente por el afán de poder ayudar.
Ella se encontró contándole su día, la fiesta que su amiga había organizado para ella, en fin, todo lo que se había divertido ese domingo. Pero que no era frecuente que lo hiciera.
Al fin que cada uno olvidó sus penas y llegando a la puerta de su apartamento se despidieron como viejos amigos prometiéndose mutuamente volver a verse.
Esa noche, sin saberlo Agnes había salvado una vida y Pedro, que tal era su nombre, quizá también lo hubiera hecho, no es que Agnes pensara en terminar con su vida, pero si salvó su destino.
De ahí en más cada día Pedro la esperaba para cruzar al otro lado del puente y junto a ella comenzar algo así, como una nueva vida.

Omenia
6/8/2023

Texto agregado el 06-08-2023, y leído por 129 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
08-08-2023 Un relato tierno con final feliz. Estás historias cotidianas me gustan mucho, Ome. Gracias. maparo55
08-08-2023 Que lindo Ome,la vida es así,nos pone muchas veces en el camino a la persona indicada. Y esa sensación de conocerse de ptoda la vida es tan real y se da hasta en este medio***** Me gustó mucho Un besito Victoria 6236013
07-08-2023 A la vuelta de la esquina o cruzando el puente nos puede cambiar la vida, lindo final. Dhingy
07-08-2023 —Siempre es un desafío ir en busca de la otra orilla a través de un puente, allí puede estar lo inesperado como también lo anhelado, o sea lo que muchos llaman destino. De todas formas los puentes acercan orillas. —Un abrazo. vicenterreramarquez
07-08-2023 Qué bellas las imágenes que muestras en tu relato, querida. Capaz que se conocieran de otra vida. ¡Me encantó!. Gracias. Gsap
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