No probaron las mieles de tu cuerpo
ni los Dioses, ni las hordas salvajes como insectos.

Los miras pasar a través de los siglos…

Guardiana de lo Eterno.

Contemplas el espacio centelleante,
en una lluvia de caireles y cometas
que a tu paso, se descuelgan.

Sus voces argentinas tintinean,
contra el cristal del Pensamiento.

Tu mirada alcanza
la vastedad oceánica y su silencio.
No pierdes un solo detalle
de lo inalcanzable.

Te yergues impresionante y majestuosa,
los pies hundidos en profundos abismos
de tiempos simultáneos,
la cabeza, coronada de estrellas.

Con las palmas de tus manos
mientras inhalas y exhalas vías lácteas,
agarras un puñado de materia azul
y soplas en él…

A tu lado se deslizan girando,
nuevos soles y lunas iridiscentes
formando parte de tus células,
moléculas de tu Ser.

Rozan ésa, tu piel inmaculada,
una lluvia de galaxias encendidas
por tu energía.

Galaxias a las que prestas Vida.
En una rueda sin fin.
Con un simple gesto,
diseñas geometría sagrada,
y danzas con la música que emana de ti.

El espacio sideral te pertenece,
Creadora de Planetas y criaturas.
Las mieles de tu cuerpo
ahora se derraman, endulzando Universos.