Érase una vez, en una encantadora familia compuesta por papá, mamá y su hijo mayor, Lucas. Lucas era un niño muy inteligente y cariñoso, pero cuando sus padres le anunciaron que pronto llegaría un nuevo bebé a casa, algo cambió en él. Aunque intentaba ocultarlo, en su interior crecían los celos y la preocupación por sentirse desplazado.

Una tarde, mientras Lucas jugaba en su habitación, sus padres llamaron a toda la familia para tener una importante conversación.
- "Lucas, queremos compartir algo muy especial contigo", dijo mamá con una dulce sonrisa.
- "¡Vamos a tener un nuevo bebé en la familia!", anunció papá emocionado. Lucas forzó una sonrisa, pero por dentro, sentía que su mundo se tambaleaba.

Los días pasaron, y Lucas comenzó a notar que sus padres estaban cada vez más ocupados preparando la llegada del nuevo bebé. Le preguntaron si quería ayudar, pero él se sentía ignorado y pensaba que ya no era tan importante para ellos.
Otro día, mientras jugaba en el parque, Lucas conoció a un anciano llamado, Don Santiago.

Don Santiago, al ver la tristeza en los ojos de Lucas, se acercó y le dijo:
- "¿Qué te preocupa, pequeño? Veo que algo te inquieta".
Lucas, sintiendo que podía confiar en el sabio anciano, le contó sobre el bebé que estaba por llegar y cómo se sentía cada vez más celoso y asustado.

El anciano sonrió y dijo:
- "Los celos son normales, querido Lucas, pero también es una oportunidad para aprender a ser un gran hermano mayor. El amor de tus padres no disminuirá, solo se multiplicará. Es normal tener miedo a los cambios, pero estoy seguro de que, con el tiempo, verás que tener un hermanito será una de las mejores experiencias de tu vida".

Lucas, aunque no estaba completamente convencido, se sintió reconfortado por las palabras de Don Santiago. Decidió abrir su corazón a sus padres y hablar sobre sus sentimientos. Al escucharlo, papá y mamá lo abrazaron amorosamente y le aseguraron que siempre sería especial para ellos.

Finalmente, llegó el día esperado. Lucas, con curiosidad y nerviosismo, se acercó a la cuna donde yacía su nuevo hermanito, Mateo. Al verlo, sus ojos se iluminaron con una mezcla de ternura y emoción.
- "¡Hola, Mateo! Soy Lucas, tu hermano mayor", dijo con una voz suave y una sonrisa sincera.

Con el tiempo, Lucas aprendió a amar y cuidar a su hermano menor. Se convirtió en su protector y cómplice en las travesuras. Descubrió que tener un hermanito significaba compartir risas, aventuras y el inmenso amor de su familia.

La casa se llenó de risas y alegría, y Lucas se dio cuenta de que su corazón se había expandido para dar cabida a todo el amor que sentía por Mateo. Don Santiago tenía razón; ser hermano mayor era una experiencia maravillosa que le enseñó valiosas lecciones sobre el amor, la paciencia y la comprensión.

Y así, Lucas y Mateo crecieron juntos, compartiendo una conexión indestructible que solo los hermanos pueden tener. Y cuando alguien les preguntaba sobre su relación, respondían con orgullo: "Somos hermanos, cómplices y amigos para siempre". Y así lo fueron, en todas las aventuras que la vida les tenía preparadas.

FIN