fui al cuarto de mi madre... toqué su puerta...
aquella noche llegué muy tarde, es que fui en busca de una de esas sintéticas alucinaciones... pero ya uno mayor no se deja engañar fácilmente... me miraba frente a la luna de la calle y no veía mucha diferencia entre un duende o un extraño jorobado...
como decía toqué la puerta del cuarto de mamá y nadie contestó... entré y la vi echada con la mirada hacia el blanco techo de su cuarto y a su lado un jovencito de ojos dulces le tocaba la mano como si la conociera de muchos años y que yo recuerde nunca tuvo una de aquellas relaciones, más bien buscaba relacionarse con señoras o las amistades de mis hermanas, pero jamás nada acerca de un muchacho...
este me miró a los ojos y me dijo sin hablar que no hiciera ruido... traté de acercarme, pero una extraña fuerza me lo impedía... quién eres pregunté... no recibí más que una sonrisa al igual a un niño puro... que deseas hacer con mamá... y sin soltarle la mano me dijo que era ya su hora... mi corazón empezó a latir como mil caballos... pero algo dentro de mí me decía que ya era la hora...
suspiré y todas mis amarguras y temores se fueron así como la luz ante la oscuridad...
mi madre estaba hermosa... le dije al niño que me llevará a su lado... aún no, pero el niño que está a tu lado te lo dirá en su momento...
qué haré sin ella, le dije... tienes que vivir como todos y seguir tu camino que se ve tan lindo, así como el alborear de un día... y tu madre al fin podrá descansar como todos aquellos que lo dieron todo por amor...
bajé la mirada y cuando los abrí vi a mi madre echada... me le acerqué y ella despertó... qué quieres y qué horas son estas para venir... y siguió hablando hasta que entré mi cuarto y supe que estaba yo por partir aquella noche y no lo sabía…