"Gran Colisionador con ginebra"
A la señora Y le gustaba la ciencia, pero cuando le hablaban del nuevo choque de particulas en el Gran Colisionador de Hadrones de Ginebra, decía con picardía que prefería los choques que se producían tras unos buenos tragos de ginebra.
No era su intención reducir la actividad de los físicos teóricos a una cuestión baladí, ni menospreciar los ingentes recursos invertidos en ese proyecto, pero decía a la ligera que conocía más del universo y sus bondades en un cuadrilatero, donde ella tenía todos los factores controlados.
Como se puede intuir, estaba al tanto de las últimas noticias sobre el devenir del universo y si bien parecía tomarlas a la ligera, le ocupaban gran parte de su tiempo.
Por un interés de orden romántico, se había interesado en conocer la existencia del entrelazamiento cuántico, que obviamente no era lo mismo que las casuales uniones entre los humanos.
Ella era una soñadora y si bien pudiera parecer frívola, pues emitía frases poco convencionales, provocadoras y a veces hasta escatológicas, amaba a una sola persona.
Su romanticismo, la llevó a pensar que con aquel, con quien había estado en una intensa interacción en una noche de verano, perdida en la historia, existía un lazo cósmico e invisible, de tal forma que estaban indisolublemente unidos. Al menos eso creía en una particular interpretación de la física de particulas.
"Si yo pienso en algo él debe terminar la frase. Si voy a la derecha él irá a la izquierda y si un día me da por saltar, él debiera estar haciendo lo mismo solo que con el sentimiento de no poder hacerlo juntos", se lamentaba creyendose tan leve y minúscula como una particula conectada con otra en un baile eterno y a distancia.
Pensaba, mientras firmaba documentos tras documentos, que habría otros Artur Estay esperando por ella y sus innumerables reflejos.
Ahora, estaba en un sillón tras haber acostado a sus perros y gatos y escuchaba a su esposo que la llamaba con insistencia.
Haciendo caso omiso a la convocatoria para que lo acompañara a ver una serie de televisión en la cama matrimonial, se quedó pensando en las posibilidades que existían para que este instante no se hubiera concretado.
Pensó que si existían múltiples universos, en más de uno no estaría su marido viendo una horrible película de misterio, sino que ella estaría perdida en un pliegue espacio temporal con aquel soñador con quién visitaría otros mundos, plagados de luminosos arcoiris, vertiginosos movimientos siderales, fluctuaciones, agujeros de gusanos y hoyos negros donde se perderían en un delirio infinito.
"¿Has oído de los múltiples universos?", le preguntó ella cuando su esposo bajó a la cocina en busca de un emparedado.
Caminaba con pereza enfundado en un camisón abierto que le dejaba ver una abultada barriga.
"Si mi amor"- le respondió entre risas- "y te aseguro que en todos esos universos estoy yo preparando un sándwich con una bebida para disfrutarlo en la cama antes de dormir".
Lo vio subir pesadamente. "¿No había misterio en este mundo, estaba todo hecho tan azarosamente que parecía mal planificado, sin ensayo previo y peor ejecutado? ¿Cómo era posible vivir en el peor de los universos posibles. Dónde estaban aquellos mundos favorables para ella, donde la luz de una estrella la alcance sutilmente y como en los cuentos le diera nueva vida?".
Decidió subir a su cuarto solo cuando estuviera convencida de que su marido durmiera profundamente. Entonces, exploraría otros universos y enviaría mensajes propiciatorios hacia los Hadrones, neutrones, fotones y electrones, para que reformulen su realidad.
¿Sería algo egoísta de su parte pedir que el universo tuviera la delicadeza de cambiar en una millonésima el estado de una partícula X para hacer la magia que ella pretendía?
Sabía que era mucho pedir, pero era más difícil en este mundo sólido y pétreo, salir corriendo dejando a sus animales con una persona incompetente, quien ahora dormia al ritmo de las peores emanaciones universales conocidas.
Édgar Brizuela Zuleta
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