¿Quién no se estrelló contra el fantástico placer
De encontrar un amor que cayó del cielo?
No pregunto más: mi alma quiere recordar ese día:
Aún veo que cuando reía, brillaba la luna,
Aún me quema el delicado cantar de su voz
Y aún siento sus ramas,
que se aferraban a mí con la fuerza suficiente
Para tocar un re en las cuerdas de mi alma.
Era frágil como la pluma,
Pero sólida como su tinta,
Pues el paso de su palabra
Marcaba con fuego mi solitario sendero.
Ese andar suyo,
De oscilar entre lo divino y lo profano,
De intimidarme y retarme
A entrar por su mirada llena de esperanza.
La vi y una intuición divina
Me susurró que en nuestro recuerdo
Tenía que pintarse el mar oscuro,
Las alturas del acantilado,
Y el enjambre de estrellas eléctricas de la bahía.
"Y delante de la tela oscura con pecas de luz,
Brillabas tú, como la luna,
Con la sonrisa tan ardiente como tu ímpetu,
Como tu anárquica forma de entrar en mi sangre
Con tan solo entregarte al bello absurdo de tu pasión",
Pensé mientras hablaba y reía,
Y llenaba de horas los minutos,
Que no sentíamos pasar.
Te lo juro, compadre.
Salud. |