Mil canillas con el cuerito gastado
desde el cielo anuncian
el signo de la tarde
mientras un gato se enrosca
entre mis piernas
para matar al invierno.

¿Sabías que hay ausencias
que congelan las yemas de los dedos
y los ponen morados?
Como los de esa anciana
que murió a mi lado
sin que nada pudiese yo hacer.

Ayer vi tu silueta diluirse
entre la noche
mientras buscaba
las palabras perfectas
que me abrigasen las ganas
de decirte que te quiero
con todas las letras.

Sin hallar
nada novedoso
ni a la altura
de lo que me pasa
entre la garganta y el pecho
cada vez que te vas.