Días de soledad de un hombre acorralado en un galpón, construcción que no logra del todo atajar al viento puelche atronador y rastrero.
Porque ese ventarrón dura tres días en que los habitantes, hombres y bestias, buscan aunque desmañados refugios, si no seguros, ante el fantasma aplastante que levanta tierral asfixiante y doblega hasta los robles y ñirres de las pampas; sólo el pehuén logra resistir tan tremendo empujón, con silbatos de sirena en alarma: ¡es la naturaleza que muestra su potencia triunfal!
Chuchú, la abuela centenaria pehuenche, relata que en tiempos muy lejanos, ellos, los ahora pehuenches, fueron esclavos de otro pueblo, allende los Andes.
Esa gente dominante, eran llamados puelche por ser flojos y comilones: un tumulto de gente.
-Nuestra gente -dice Chuchú- cansada de maltratos por parte de los puelches, huyeron para este lado de la cordillera y, después de un tiempo, los puelches con furia extrema cruzaron la cordillera, mataron a los hombres que pudieron y se llevaron secuestradas a sus mujeres y niños. Tres días duró la masacre con mucho ruido de cultrún y alaridos de borrachos.
Chuchú se escondió con otras niñas dentro de un pehuén hembra muy tupido y así se salvó.
Para recordar esa tragedia, al viento atronador que viene del otro lado de la cordillera lo llamaron el puelche. Es el origen de su nombre.
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