Caminaban por la playa, recordando cómo se habían conocido hacía ya más de 30 años. La fuerte brisa, lograba que sonaran aún más fuertes las olas que rompían a metros por dónde se desplazaban. Jugaban, como todos los que se aferran a un cariño, a crear situaciones que serán recuerdos y vivencias que alimenten este espacio y tiempo que se les concedía como una gracia divina o fruto del mismo azar, pero que en definitiva, los llenaba de una emoción auténtica. Aparentaban, por ejemplo, a desconocer los caprichos del oleaje, de tal forma que se exponían a ser empapados, disfrutando aquello con risas cómplices y una dicha que esperaban, no acabara.
En definitiva, los embargaba el ansia de conocer lo que la naturaleza, la vida o el universo les ofrecían y estaban dispuestos a dejarse llevar como la marea, sin oposición alguna a los designios de un plan que parecía ser superior a ellos mismos.
Estaban juntos, pero tenían dudas respecto de hacia dónde iban. Frente a las aprensiones, solo les quedaba reír y disfrutar cada momento que parecía ser el último.
Temían en verdad, que aquel mar, esa playa, las aves que evolucionaban y el sol que ahora comenzaba a declinar en el horizonte arrojando destellos multicolores, fuera pasajero.
Ella lo tomó de la mano para cerciorarse que fuera realidad y él con fuerza, pero con delicadeza, confirmando lo que ella pensaba.
"Creo que sabes lo que pienso", -le dijo ella una vez que sintió el apretón en sus dedos.
"No me hace falta escucharte para saber lo que sientes. Cuando vi esas nubes que se quemaban y cuando el ocaso llegaba entendí que se trataba de un paisaje de ensueño y como ambos somos soñadores y no creemos en lo que vemos y sentimos, entendí que querías aferrarte a este momento y eternizarlo por sí nuevamente tenemos que separarnos.
Hacía muchos años que se habían conocido. Él había llegado a su ciudad como aprendiz a una fábrica propiedad del suegro de ella e inmediatamente hicieron amistad.
"Cuando te vi y aunque suene cursi, entendí que estaba junto a la mujer más hermosa que podía desear", le dijo él.
Y claro le respondió ella, "yo colmaba tu gusto más allá de lo que alguien como tú podrías haber soñado en tus mejores sueños".
Ambos rieron con esa frase, pero no dejaba de ser una verdad que de alguna manera condicionó la manera en que él la trataba en aquellos tiempos.
La otra razón para que él no se atreviera a emprender una conquista estaba dada porque ella era novia del hijo de su jefe.
Pero se trataba de un novio ausente, que ya en esos años mostraba una carácter que se mantendría casi sin modificación, lo que implicaba en el caso de ella largos periodos de soledad y carencias afectivas.
Ello se acrecentó con el tiempo, pues mientras ella crecía profesionalmente, aquel no hacía mayores esfuerzos por destacar o emprender alguna actividad que los sacara del espacio vital que compartían con sus suegros.
Sus caminos se dividieron, pero de alguna manera siguieron atados, pensando casi de una manera trágica que el destino no había querido que se unieran.
Nunca habían querido forzar ningún encuentro, pero ambos estaban conectados de alguna manera y ese apego que sintieron y que fuera tan profundo no parecía haberse debilitado.
Esa noche la Primera noche después de 30 años sin verse, conversaron hasta altas horas de la madrugada y cuando amanecía y el cielo comenzaba a despejar las tinieblas se fueron a acostar juntos, abrazados, unidos nada más que por el gran cariño sentían.
"Mañana, ¿crees que estaremos acá?- le dijo ella.
"Quizás todo sea un sueño- le dijo él. Duerme que velaré tu descanso y espantaré las brumas que forman la irrealidad para que mañana volvamos a caminar por esa playa, descalzos como hoy.
Ella, durmió con la duda hiriente de que todo lo escrito fuera un sueño, un cuento y que el final no fuera como ella esperaba.
"Escríbeme otro cuento", le dijo antes de caer profundamente dormida.
|