Camino con rumbo incierto. De pronto, la veo. Allí, en el patio de la escuela, la niña que fui no me reconoce. Claro, han pasado cuarenta años. Está en su rincón, como siempre. Sueña con las mismas cosas que ya no recuerdo, cree en algo que a veces se le escurre, y otras atrapa durante unos instantes en sus dedos pequeños.
Me sacudo sus sueños, son tan lejanos, pasó mucho tiempo desde que algunos de ellos se hicieron realidad y luego se perdieron en el desconcierto.
Sigo el recorrido, veo la casa natal, me detengo en el tiempo aquel. Iba por callejones que parecían no tener salida.
Hubo tantas puertas y tantas yo. Todas se abrieron y se cerraron como los días presurosos que me llevaron a encontrarte, y luego a perderte, amor, igual que los sueños.
Soy la última, las que fui me esperan para completar el ciclo. Quizás haya otro. No lo sé.
Avanzo despacio, estoy llegando.
La niña me ha reconocido, se acerca para darme la mano. |