Se acerca la muerte de don Modesto

Caminando, caminando por los matorrales del pueblo estaba don Modesto. Ya se acercaba el día de su muerte, y aún sentía que tenía temas pendientes por resolver.
Se preguntaba si es que estaría listo para empezar su segunda vida,
Se preguntaba si los planos para la siguiente etapa estarían bien dibujados,
Se preguntaba si su primera vida fue lo suficiente para morir tranquilo.

¿Qué tanto importa el dinero? ¿Qué tanto importa llegar al 100% de toda tu capacidad?,
¿Qué tanto importa la fama? ¿Qué tanto importa a ver logrado si no se ha gozado?
A más dinero más lejano el amor del bueno, a más capacidad más exigencia para seguir en la cumbre,
a más fama menos amigos de verdad, a más logros menos gente a tu alrededor.

Modesto, entre tantas preguntas similares a las antes expuestas, y sin respuestas que calmen su meditabundo pesar, decidió ir a lo más alto del monte de su pueblo y desde ahí buscar respuestas en aquel antiguo Dios en el que creía antes de volverse oráculo del pueblo, se había vuelto tan sabio para los hombres del pueblo que sintió que su antiguo Dios no era necesario. Pero ahora, su basta inteligencia y sabiduría no eran suficientes.

Ya en la cumbre del monte se arrodilló e imploró a su Dios...

-Querido Dios quítame los cuestionamientos diciéndome si todo lo vivido ha servido de algo, si todo el esfuerzo ha valido la pena,
dime si mi segunda vida será mejor que la primera y no peor que esta,
dime si encontraré el gozo que busco,
dime si ya no tendré que estar entre necios,
dime si lo bueno de la vida llegará.

y obtuvo una respuesta:
-Así tengas miles de vidas, si no estás conmigo no encontrarás respuestas que sacien tu ser,
si no estás conmigo tendrás dinero, pero no paz,
si no estás conmigo tendrás fama, pero te dará malestar,
si no estás conmigo serás más inteligente pero no serás sabio de verdad, si no estás conmigo gozarás, pero estarás tan vacío que nada te saciará, si no estás conmigo serás puro cascaron y tu corazón tarde o temprano se enfriará.

-¡Mi amado padre!, cuan necio he sido, mis preguntas nacieron desde mi corazón hueco, más ahora que escucho su reconfortante voz a vuelto la esperanza y la paz a mi corazón.

Ya no hay más preguntas, ya no hay más ansias, que tenga lo que tenga que pasar, mientras esté con usted las energías se renovaran, el optimismo no se acabará, las alegrías serán de verdad, las tristezas me enseñaran, los dolores me amoldaran.

Fue así que Don Modesto no pensó más en el día de su muerte y se dispuso a vivir con Dios en su corazón.