Y fue así
que construimos un muro.
Un muro de tiempo y distancia.
Sobre tu costado
crecieron pálidas rosas
mendigando los rayos
de un sol enamorado.


Y fue así
que construimos un muro,
que se eleva en tiempo y distancia.
Sobre mi costado
intenté sembrar la hiedra,
que buscó, pacientemente,
apagar el dulzor de tu boca.


Las oscuras proyecciones,
sombras filosas,
de la enmarañada alambrada,
se han coronado
de un doloroso vacío,
descansan sobre la vista,
descansan sobre la inmutable
necesidad del olvido.


Las desdichadas rosas,
de tanto mirar a lo alto
se revistieron de amenazantes espinas.
Para cuidar de tu piel delicada,
se hicieron alambradas,
se hicieron distancia,
se hicieron enemigas.


Y así fue
que construimos un muro.
Un muro sobre el cual poner
nuestra mirada fija.
Un muro para poner
nuestros oídos atentos,
y que al escuchar
el susurro de un te amo del pasado,
fugándose del otro lado,
nos regalaba lágrimas con sonrisas.


Y así fue
que construimos un muro,
para separar nuestros cuerpos,
para separar nuestras miradas.
Y que sin querer, un día fundió,
nuestros deseos de calma,
nuestros sueños despiertos,
nuestras sedientas almas.