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Hace menos de un pestañazo que imprecábamos al cielo por mezquinarnos las aguas. Las mismas que se negaban a ser ordeñadas por algunas nubes glotonas que las acaparaban en sus sustanciosos vientres. Era tanta la sequedad que ni los escupitajos con intenciones dañosas fluían con naturalidad y se quedaban atascados en los labios como cosa fallida. Pero vamos por otra corriente. O por otras aguas, que es lo que interesa. Santiago tiene una geografía curiosa que transcurre asolapada por la cordillera. Si bien esta última no sabe nada de isotermas, está ojo al cauce, o al alboroto, que es lo mismo y en tanto las gotas se multiplican por un mandato geométrico de San Isidro, la naturaleza se comienza a comportar de la única forma que ha memorizado por milenios, piedra a piedra y risco a risco, hasta tomar cuerpo y fuerza motriz para desplazarse furiosa sobre la ciudad. O es la culpa o cualquier otro asunto el que nos fuerza a investir a este fenómeno como cosa vengativa, rencorosa, venganza de indio despechado que encuentra la manera propicia de manifestarse. Se mezcla lo meteorológico con las culpas o la discriminación.
Pues bien, de la sequedad mórbida hemos transcurrido a una acuosidad que nos impregna, que nos devasta y se toma territorios en que el hombre ya se había avecindado, confiado en la mansedumbre de la naturaleza. Desde las ventanas, los más afortunados contemplaban como la susodicha se deshilaba y desflecaba en agujas conspirativas y concomitantes que formaban riadas en miniatura con promesa de crecida. Lluvia contante y sonante pagadera en una sola cuota. Dos pesos de agua, los del cuento de Juan Bosch, reajustados al valor actual y equivalente a millones de gotas tendenciosas.
Nos quejamos por sí y nos quejamos por no. La sequía nos amustiaba y hasta el pensamiento se nos transformó en una cosa alquitranada, carente de las auxiliadoras sinapsis que permitiesen su posta libre. El cambio climático nos desfavorecía una vez más como tantos otros elementos en contra que nos asuelan tales como los innombrables (terremotos) que ponen la economía en jaque y al país al borde de la recesión. Pero es llorar en vano. Y así como el presidente les exigió a sus ministros “embarrarse sus zapatos” para acudir a poner el ojo donde está la contingencia, la cosa es movilizarse. Y contemplar como la tele muestra furiosas riadas en desbande, tal sin fuesen los y las fans de Daddy Yankee acudiendo a su recital de despedida.
Hasta el río Mapocho se envalentonó y de ser una anémica hilera acuosa desperezándose tímida bajo los puentes de la capital, pasó a transformarse en un caudal frenético y achocolatado, siendo el centro de la noticia y acaparando portadas y exclamaciones de asombro. Nuestra mente viajó de inmediato, por la vía de la asociación de ideas, a esa salida de madre de sus aguas en los años ochenta, cuando arrastró parte de sus fortificaciones y con ello ese inolvidable Fiat 600, al que invitó maligno a transformarse en góndola veneciana.
Y mientras la tele muestra personas bregando con la adversidad supina que son esos ríos que tomaron posiciones estratégicas sin respetar viviendas ni animales, ensanchándose sobre caminos y esperanzas, desde quienes controlan el tema de las aguas en la capital ya anunciaron un corte rotundo y casi bíblico. Motivo, la turbiedad de las susodichas que ponen en jaque la salud de los citadinos.
Hay cosas peores, como ser abrasado por las llamas o que algún volcán vocifere tras siglos de cavilación rumorosa y en dicha vociferación nos inunde de lava y peñascos ígneos. O que la tierra se abra y nos sumerja en sus entrañas. O que un ricachón ocioso nos franquee la puerta de su sumergible y nos invite a conocer las entrañas de un ruinoso Titanic, sin la garantía de visualizar entre tanto desastre a la Kate Winsley o al aterido Di Caprio y sin intuir siquiera que seremos transformados en breve en una millonaria y abollada bola de titanio moldeada por los punzantes dedos del Atlántico.
Todo puede ser peor, diría alguno, aunque esté con el agua al cuello.
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Texto agregado el 24-06-2023, y leído por 208
visitantes. (4 votos)
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Lectores Opinan |
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27-06-2023 |
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¡Qué hermosa descripción de la fuerza de la naturaleza y su impacto en nuestras vidas! Me gusta cómo utilizas las metáforas para transmitir la intensidad de las lluvias y cómo cambian nuestra perspectiva sobre la sequía. También es interesante cómo mencionas la relación entre el cambio climático y los desafíos económicos que enfrentamos como sociedad. En general, creo que tu comentario es una reflexión vívida y poética sobre la influencia del clima en nuestras vidas.
filosofotrizte |
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25-06-2023 |
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—Cada tanto la Naturaleza envía sus huestes avasalladoras a recordarnos que aún después de tantos milenios no hemos aprendido que los ríos siempre van a recuperar sus cauces usurpados, que las montañas que acumulan nieve la transforman en riadas y aluviones según se lo pidan las isotermas, pero... pero nos creemos superhombres y no respetamos sus leyes y mucho menos las nuestras. Y eso lo estamos viviendo en toda La Tierra—Saludos. vicenterreramarquez |
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25-06-2023 |
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Tétrico pero real. En tu país, como en cualquier lugar de la tierra, no hay términos medios: o nos salvamos, o la tierra nos traga sin retorno. Así y todo, no estaría mal movilizarnos, siempre pensando en hacer el bien y no en aliviarnos desprendiéndonos de los trastos que nos estorban (la octava plaga del apocalipsis). Te felicito por tu pluma extremista con causa, y a gsap por su comentario oportuno. Saludos. Clorinda |
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25-06-2023 |
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2. Digo "solidaridad" porque no es poco frecuente que entre las donaciones de ropa se encuentren calcetines sin par, vestidos de novia u otra prenda que jamás nadie utilizaría, lo cual hace reflexionar en torno a nuestra solidaridad. Se recuerdan frases célebres como "hay que dar hasta que duela" como sentenció el padre A. Hurtado, en fin, tu retrato de la situación, es un fiel reflejo de la realidad, expresada con la exquisitez de siempre. Gracias. gsap |
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25-06-2023 |
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1.Así tal cual lo siento, querido guidos, así es Chile, una larga y angosta faja de tierra con una loca que geografía, climas de todos los tipos, islas, archipiélagos y todo lo que se le pueda ocurrir a alguien. Si no es la sequía, es la inundación, o un terremoto, o un terremoto con tsunami, un incendio. Siempre hay una tragedia que despierta la "solidaridad" de quien no se ve afectado y vamos con "Chile ayuda a Chile" y nos movilizamos. gsap |
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24-06-2023 |
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Así es este Chile querido, siempre un reto, siempre una sorpresa. Como tus letras. Saludos, sheisan |
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