Después de escucharlo me sosegué. Qué no soy mayor de edad, qué soy una niñata, qué me dejé llevar por la pasión. La decisión la tomé yo, pues yo fui quien se lo pidió. En el baño de niñas, en la primaria, había una palabra que por mi edad no le encontré sentido. Esa vez, cuando experimente la primera vez, me explotó en cada célula como un flash. En el rincón de la pared decía “cógeme”.
Me ha dicho al oído que quiere bañarse conmigo y me sonrojo. Recuerdo que hace dos meses estuve frente a él y me daba placer que mi cuerpo le llamara la atención. Le digo que sí. “quiero bañarte yo, le digo” y él me dice que sí “también te bañare yo” me contesta.
Recuerdo que hace algunos años llevaba mis muñecos a la tina. Chapoteando el agua los fregaba con jabón para luego vestirlos. Apretándolos contra mi pecho. Sonreía imaginado que les daba de comer, luego los llevaba a la cuna y los mecía hasta que se dormían.
Los dos estamos desnudos y ha traído una silla para que me siente. Ha hecho espuma con el champú y con la yema de los dedos lava con mucho cuidado mi pelo. Me llega hasta el hombro y es de color caoba. Tengo cerrados los ojos. Con la esponja me ha frotado el cuello, los hombros, la espalda y con delicadeza frotó mis pechos que responden. Soy muy sensible y eso él lo sabe.
Él recordará cuando estuvimos en el auto, traía una blusa, que en el escarceo de besos, caricias en mi lóbulo y cuello se destrabó un botón y permitió que sus labios mordisquearan mis senos. Me enrojecí, mi todo se hizo sensible y mi deseo se acrecentó. Me inundé, mi excitación alcanzó tal intensidad que le insinué que fuésemos a un lugar privado y fue así que descubrimos este conjunto de cabañas. Sí. Es un descaro mío. Yo tenía idea de estos placeres. Cuando tenía diez o doce años tenía entre mis piernas una almohada. Sentí unas cosquillas intensas que me despertaron y me asusté. Le dije a mi madre, pero no me hizo caso. “tuviste un calambre”, tiempo después me hice novia de un niñato que se me quedaba mirando y recibía de él besos en las manos y el más atrevido en la frente. El más reciente fue un moreno de ojos verdes que pertenecía a un grupo musical. Él me enseñó a besar, y a las primeras veces me exigía que tuviésemos intimidad. Me disgusté. Me sentí mercancía y lo mandé a volar. Con los estudios de sexualidad que recibí en la institución y lo que mis amigas me contaron acepté que era muy sensible y bastaba tocarme muy por encima para llenarme de cosquillas con espacios de placer que me hacían sentir bien.
Me ha dicho que me ponga de pie y ahora frota mis muslos, temeroso, por encima de mi vello ensortijado de mi pubis, no se atreve a más. Abrí mis piernas y le pedí que pasara la esponja, lo hace con temor y le tomé la mano enseñándole como. Me he dado la vuelta y su mano amplia recorre mis nalgas, abre mi surco y agrega abundante jabón. Hago lo mismo tomo su mano e higienizo mi parte anal. La espuma del jabón desaparece con la regadera de mano. Me sorprendo cuando sus dos manos se deslizan por mi cadera y me dice “eres tan hermosa y sensual”. Besa y muerde con sus labios mis glúteos. El que está en la silla es él, Soy quien le dará un baño recordando a mis muñecos de niña. Le digo: “Ahora ponte de pie”. Mi cabeza le llegará a su nariz. Su espalda es amplia musculada de un moreno blanco que contrasta con su cara y toma un color de cobre. Su ombligo es en forma de coma. La cintura es la de un hombre que hace ejercicio. Él acaricia mi pelo, sus manos me peinan y sonrío. Le he tomado su pene y a medida que le paso la esponja su diámetro va cambiando, se ha hecho más largo, grueso. Se nota que está haciendo un esfuerzo por evitar la erección. Lo miré y sonrío como diciéndole no te preocupes, No está circuncidado, así que le bajo el prepucio para hacerle la limpieza. La maestra que nos dio educación sexual nos enseñó a reconocer la piel sana de un miembro. Al subir y bajar el prepucio el aparato creció casi al doble y reparé, que en esa primera vez tuviese dentro de mi tanto espacio. “te gusta” le dije y sin hablar me tomó de la nuca, en una clara insinuación. (lo rechacé no por falta de deseos o asco, sino que ya llegaría el momento) Me hice la loca y terminé de bañarlo. Él me subió del mentón y me besó con un beso intenso. Sus manos me tomaron de mis nalgas y sin secarnos nos fuimos emparejados hasta llegar a la cama. Pensé que el sexo era inminente, pero no, solo me abrazo y dejó su miembro entre mis piernas y me besó. Nuestras lenguas jugaron.
El mesero vino a tocarnos y dejó el menú debajo de la puerta. Se levantó y fue a recogerlo, Elástico, musculoso, alto y con una cicatriz en el hombro derecho. Los vellos del pecho y de los brazos lo hacían ver como un oso y me recordé al oso jeremías que dormía conmigo de niña. No sé cómo podía contenerse, solo de bañarlo y verlo mi excitación estaba en niveles ascendentes. Me pregunté si mis atributos no serían capaces de motivarlo. Cuando estuvo a mi lado lo besé siendo mi boca protagonista de hurgar entre su lóbulo y su cuello. Cuando sentí sus manos que apretaban mis glúteos me dije que iba por buen camino. Levanté mi cara e hice que descansaran mis pechos en su cuello, Con eso le decía a él que debería de atenderlos. Lo hizo un momento y volvió a besarme. “ardo en deseos de hacerte mía, pero aún no. Traje preservativos, así no te pongo en riesgo ni de un embarazo ni de alguna enfermedad”. “Si la tuvieses ya habría sentido alguna molestia”. “Dónde trabajo cada seis meses no hacen un barrido de laboratorio extenso. Hace tres meses nos ganó el deseo, fuimos solo lumbre. Hoy quiero que sea diferente. Fui tu primer varón y me complace que te hayas sentido satisfecha. Hoy quiero hacerlo pensando que eres mi mujer y yo tu mujero”. Y me hizo soltar una carcajada mayúscula.
|