Una mañana temprano salí de mi casa en el sentido sur de la calle Papi Olivier. Pero mi abuelo, quién salió primero que yo, me esperaba en la estrecha calzada de nuestra manzana. Y, de inmediato, leí en sus ojos la intención de hablarme. Y así fue: comenzó diciéndome que una joven mujer de la calle Ancha, sé quejó con él de una conducta indelicada mía. É imposible para mi, fue interponer algún alegato en mi favor. Entonces, me decidí solo a escucharle.

Y el asunto era, que la mujer(ya citada) residente en una media casa de la Ancha, curiosamente entre las dos de mayor tamaño de la cuadra, se permitía un injusto juego con nosotros: los adolescentes de la vecindad. Y élla era tan ‘sabia’ con lo que hacía, que hasta quejarse con mi abuelo, no pudo ser más efectivo. Pero en su casa también se daba lo que, extrañamente, pasaba en muchos otros hogares del barrio. Y hablo de la apertura familiar y sus limitaciones.

Dándose los casos de que en una casa con un negocio en una de sus partes, solo era abierta con ese lugar. Mientras que en otras, sin tienda alguna, no nos limitaban tanto. No obstante, ser discretos con sus dormitorios, las cocinas, los comedores y hasta con los patios. Que, en verdad, nunca puse un pie en muchos y, menos supe de sus tamaños y contenidos. Sin embargo, en la de la específica joven, a nosotros solo se nos permitía estar en el angosto espacio de su sala.

Y hablo de los jóvenes que transitábamos entre los quince y los veinte. Pasando que uno de mis contemporáneos y yo, ocupábamos dos de sus mecedoras desde las siete y media de la noche de un viernes. Y la dueña y una invitada suya, que llegó del paraje de Jima, casi al límite de nuestra provincia con la Vega, usaban las otras dos. Y no parábamos de reír y hablar bobadas, hasta que se nos unió un hombre que era ‘profesor de pasillos’ de nuestro liceo. Ampliamente conocido por nosotros(los estudiantes secundarios de la época). Y su presencia permitió que volara la tapa de una cerveza, que se achicara nuestra noche y que fuera muy notorio el desbalance en unos números, que desde temprano, a la propietaria de la casa no les cuadraban.

Y fuimos(mi amigo y yo) invitados a salir. Y tras nosotros, llegó un fingido cierre de audiencia. ¡Apagón de los faroles del exterior incluido! ¡Y por eso, desde la calle, produje unos ruidos, tal vez, indeseables y molestosos!